Estimado fan, tal vez odies al América, pero tal vez lo ames. Lo único que sería difícil de creer es que te sea indiferente. Toda esta expresión mediática que genera este club en su entorno con los seguidores es el que evidencia que, en el sentido puramente mercadológico, se trata del más importante de México.
De hecho, en este país no se detecta un movimiento más en forma que el promovido por el América en cuanto a su esencia de marca. Es decir, si buscáramos una analogía con otros equipos considerados grandes del futbol mexicano, por su tradición y alcance nacional, no hay un chivismo, tampoco un cruzazulismo ni un pumismo, ni algo que se le parezca.
El acierto más grande en la configuración del América como marca fue la elección del naming, ya que nombrar al Nuevo Continente le da una imagen de amplitud geográfica e inclusión sociopolítica. Obviamente, se percibe como más sólido y fuerte lo continental que lo local. Es por ello que otros grandes clubes del futbol mexicano están determinados a no alcanzar estas proyecciones nacionales o mundiales, por la limitante del naming regional, como Pachuca, Monterrey, Santos Laguna, entre otros. Este caso es diferente al primer antagónico del América, Chivas, que por cuestiones de arquitectura de marca fue renombrado con el apelativo de su mascota, para evitar el aire local de su nombre antiguo, Guadalajara, que no venía bien con su larga tradición, palmarés y popularidad, pero enclaustrado bajo un naming regional, cuando se trata de una respetada marca mexicana y de referencia en otras latitudes.
Y es que ya explicamos en este espacio de que la grandeza de un equipo no sólo se compone de los títulos o del dinero. Además del valor de mercado, también importa el valor de marca. Este América del Clausura 2018 parece recobrar sus cualidades distintivas, como contratar extranjeros no sólo rentables y con buen perfil futbolístico, sino también con expresión mediática. El colombiano Ibargüen es un extremo punzante de velocidad endemoniada, pero el francés Jérémy Ménez es el ariete con pinta de líder de banda neoyorkina, pero que además cumple como jugador. El Piojo Herrera puede seguir con su imagen pintoresca y con declaraciones tronantes porque son parte del show americanista, en un equipo que da de qué hablar dentro y fuera de la cancha.
Aprovecho para felicitar a Rafael Septién, quien saltó del soccer, como juvenil del América a la NFL en los años 80 para convertirse en astro pateador de Dallas, y hoy es embajador de la marca de este equi- po poderoso que tiene más de dos décadas sin ganar un Super Bowl, y trae en puerta un proyecto de futbol americano para niños.
Los emblemas deportivos no sólo generan clientes, porque su propósito debe ser cultivar fans de cepa. Como tú. #Zas.