La calidad de vida de los habitantes de la Ciudad de México y la zona metropolitana pasa necesariamente por la revisión y mejoramiento del sistema de transporte, cuyo deterioro rebasa más de una década. Aumentó el tiempo que pasa la población en trasladarse de un punto a otro, de cuatro a seis horas diarias; literal se nos va la vida.
Las promesas de campaña siempre terminan en anhelos, proyectos concretos son pocos. Hace casi seis años entre las ofertas que hizo Miguel Ángel Mancera como candidato fue sustituir al 100 por ciento los microbuses, tener 11 líneas del Metrobús y ampliar la Línea 12 del Metro; ninguna de ellas se cumplió literalmente.
Por eso en esta ocasión no tocaré las promesas que en la materia han hecho las candidatas a la jefatura de Gobierno, Claudia Sheinbaum y Alejandra Barrales. Las críticas en materia de movilidad de Mikel Arriola ya la delegada de Miguel Hidalgo, Xóchitl Gálvez a bordo de una bicicleta, se encargó de nulificarlas.
La infraestructura de la red del Metro está tan caduca y tiene tantos problemas que el director del Sistema de Transporte Colectivo, Jorge Gaviño reconoce la crisis y argumenta una y otra vez que los recursos son insuficientes. Pareciera que sólo se administran los conflictos porque las soluciones siguen sin concretarse para quien todos los días pasa por el viacrucis de trasladarse en la ciudad.
Los usuarios del Metro o Metrobús saben que perfectamente del reto al destino que representa subirse o bajar de este transporte, sobre todo en hora pico, que regularmente ya es todo el día. Hay una señal que alerta sobre el cierre de puertas, que se activa en cuanto se para el tren o el camión en el andén, cuando se supone que ese chillido es para el cierre de puertas antes de arrancar.
Hace unos días un diputado federal de Movimiento Ciudadano, German Ernesto Ralis, presentó un Punto de Acuerdo en la Cámara de Diputados con algo tan sencillo como este tema para exhortar a los directores del Metro y del Metrobús para que formulen acciones que permitan mejorar los tiempos de abordaje y descenso de pasajeros.
Expuso que “el breve lapso que otorga esta alarma frecuentemente genera desesperación en los andenes, vagones y unidades. Al percatarse de que las puertas del vagón o autobús cerrarán rápidamente, decenas de usuarios intentan subir a éste, mientras que otros cuantos buscan bajar del mismo entre empujones. El caos frecuentemente domina la situación”.
La verdad es que sí se aplicaran algunos protocolos básicos para subir y bajar del Metro o Metrobús, seguramente eso ayudaría para agilizar la movilización de 5 millones de usuarios. Se trata de medidas mínimas de civilidad que pueden hacer el cambio.
Esas aglomeraciones contribuyen a los abusos, robos, violencia, un poco de orden puede contribuir, en lo que se replantea una propuesta real y viable de movilidad para esta ciudad.