Se busca Presidente

Por fin terminaron las breves, sofocantes y simuladas precampañas. Nadie creyó en su proceso pseudodemocrático, y siguieron sacando el cobre y los trapitos al sol. Nada nuevo, mismas prendas, principios y carácter político y personal de ineptitud para una primera exposición que convenza. Ni imaginarlos gobernando o con el país en sus manos. Sesenta días en los que Meade, López y Anaya han exhibido serias incongruencias que los acreditan incapaces al frente de la presidencia de la República. De arranques estalinistas a la Manuelovich, hasta escándalos de negocios supeditados a un pasado político pseudofilantrópico CAnayista, pasando por un Meadio perdido que no haya cómo hacerle para convencer, que lo suyo, lo suyo, no es que no sea priísta, sino cumplir el mandato del equipo de campaña de que es el más preparado, y no tiene cola que le pisen. López Obrador no cambió de repente, ni es dócil, ni manso ni abierto y tolerante. La máscara que le conviene no le queda, es un verdadero autócrata. Ni siquiera quiero imaginármelo en el cargo en el 2021, si tuviera la mayoría legislativa en el país, reformando la Constitución para reelegirse. Con él no se puede disentir, es intolerante porque insulta, le es natural la descalificación peyorativa, la acusación de que quien difiera con él es socio de la mafia en el poder, conservador o simulador liberal. Fuera máscaras, López tiene problemas serios de intolerancia hacia los demás, y por ende no competente para ocupar un cargo público de esta magnitud. Anaya sigue y seguirá envuelto en escándalos de corrupción y enriquecimiento ilícito. Es innegable que es un político hábil e inteligente, metódico y analítico, pero no para generar sinergias virtuosas alrededor de valores, principios, objetivos y visiones democráticas nacionales o en beneficio de la sociedad, sus lentes solo miran el suyo propio. Nadie le niega el derecho a ser empresario y el tener habilidades para los negocios, pero no se vale que sus cargos partidistas y en la administración pública hayan sido la vía para enriquecerse, o para auto postularse maquiavélicamente. Oportunistas embriagados de poder no son aptos para hacerse cargo de la Presidencia de la República. Y el bondadoso Meade sufriendo por que no cuaja como candidato, porque no convence de que es el candidato non plus ultra, con más experiencia, conocimiento, altos cargos públicos, capacidad, estudios y doctorados. Se dice dice el candidato de la propuesta, y sin cola que le pisen. Por favor que alguien le diga que se puede morder la lengua. Y lo peor, sigue carente de definición de estrategia. Está difícil asumirse como candidato del PRI y de la continuidad del presidente más reprobado, y ha optado por irse por la suya, es decir venderse él mismo, sin lograr negar que es el candidato del régimen priísta y de todo lo que representa. Queda corto y no ha reflejado ser apto para el puesto. Diacrítico: Quedan cinco meses, en los que solo creo que se confirmará su incompetencia. La plaza sigue vacante, seguimos buscando al que cubra el perfil del puesto; que lo sepa la ciudadanía.