En menos de tres años, Ricardo Anaya Cortés pasó de ser un político como tantos a concentrar el poder como nadie en el Partido Acción Nacional (PAN) y, en menos de cinco meses, puede ser el hombre más poderoso de México como presidente de la República.
El sólo hecho de que Anaya pretenda ser el titular del Poder Ejecutivo que en México concentra amplísimas facultades, constitucionales y metaconstitucionales, es suficiente para someterlo a un implacable escrutinio sobre lo que es y sobre lo que ha sido, exactamente como a todos los demás que ambicionan el mismo cargo.
¿Quién es Ricardo Anaya Cortés? ¿Qué es como político y qué representa? ¿Es profesionalmente capaz? ¿Es honesto? ¿Es de fiar?
De él se sabe que tiene grado de doctor, es de retórica encendida, rico empresario, sabe música, maneja motocicletas, habla inglés y francés, es buen marido y padre de familia.
¿Pero el país puede confiarle su destino a un sujeto que no ha ganado nunca nada salvo la presidencia del PAN y que no ha gobernado nada, a excepción de su propio partido que ha confrontado y dividido?
El periodismo hurga, escudriña, indaga, apela al testimonio, confronta evidencias sobre asuntos de interés público, como son la biografía de quienes gobiernan y aspiran a gobernar un país. El trabajo periodístico hace público lo oculto, documenta, exhibe y desenmascara.
Pero ante hechos concretos, Anaya actúa como cualquier politiquillo que se defiende con argucias de templete. En vez de rebatir datos, los confirma, pero huye con el escape del complot y asocia la información al PRI-gobierno. Mala apuesta: ¿Qué tiene que ver el autor con sus raterías? ¿Qué me involucra con “Lalo de la Guardia” y un personajillo que se llama Antonio Rangel? Nada. Pero esa ha sido su turbia historia desde que maniobraba en Querétaro.
Nadie puede pensar que el actual gobernador de Chihuahua, Javier Corral, está al servicio del PRI, y en 2015, tras haber sido aplastado en la elección por la presidencia del PAN, me describió a Anaya, ahora su aliado, como desleal e inescrupuloso: “Lo deslumbra el dinero”, “recicla muy rápido sus lealtades”, tiene una “ambición desmedida y una trabajada capacidad de simulación”.
Era obvio, desde entonces, que Anaya usaría al PAN como “trampolín” para la candidatura presidencial.
–¿Pero puede ganar en 2018? –pregunté a Corral.
–No, es muy difícil, porque hay mucho trabajo que habría que hacer y porque nadie da lo que no tiene. El tema fundamental en 2018 va a ser una batalla frontal contra la corrupción política y ahí se necesita estar muy armado de credenciales propias.
Corral me aseguró que Anaya está embarrado por la corrupción: Como coordinador de la diputación del PAN tomó 21 millones de pesos para su campaña por la presidencia, un desfalco que arregló con Manlio Fabio Beltrones, su compañero diputado.
“Este desfalco de 21 millones de pesos lo arregló Anaya a través de Damián Zepeda, quien ahora es su secretario general. Zepeda gestionó con Beltrones una partida adicional de 30 millones de pesos de la Cámara de Diputados para cuadrar las cuentas del grupo parlamentario. No solamente fueron los 21 del desfalco, sino nueve más”.
Anaya candidato y Zepeda, actual presidente del PAN y afín en muchas cosas a su jefe, nunca han aclarado nada…
Domingo 8 de Diciembre de 2024