El martes pasado recibí el Premio Nacional de Locución 2018. Muchas gracias al jurado calificador de la Asociación Nacional de Locutores de México por tan grande distinción. Los amables colegas me entregaron la medalla Jorge Sonny Alarcón. Pende de mi cuello de garza la bella y bien grabada presea.
El ingenioso Jorge Alarcón Rubio le puso a las transmisiones boxísticas y beisboleras la pimienta que necesitaba. Era la ocurrencia y el chiste fino, que no se dejaban caer en las redes de la vulgaridad, su más grande distintivo al hacer uso de la palabra.
Sonny nació en la colonia San Rafael, de la Ciudad de México, el martes 20 de febrero de 1918. Esto quiere decir que estamos en el año del centenario de uno de los más grandes cronistas deportivos que ha tenido la historia de nuestro país.
Narró varios deportes, entre ellos las carreras de caballos, en las que popularizó su grito de batalla desde el Hipódromo de las Américas: “¡Aaaaarrancaaan!”.
Alguna vez me dijo algo que se me quedó grabado: “Hay que ir con la guardia en alto a todas las transmisiones, porque siempre existe alguien que te da 15 maromas en la calle”.
En efecto, siempre hay quien sabe más que uno. El conducir programas en la radio o en la televisión no necesariamente implica tener más conocimientos que mucha gente que no se dedica profesionalmente al comentario deportivo.
Otro día me platicó esto, con su característico buen humor, sobre su vida tranquila: “No me gusta la parranda ni voy a las cantinas porque no falta quien te babeé la oreja y te diga: ‘Soy tu compadre’. Entonces uno contesta: ‘Pues yo soy tu padre’, y ahí es donde la mula tumbó a Genaro”.
No quisiera afirmar que todo tiempo pasado fue mejor, pero me queda claro que las nuevas generaciones de conductores o comentaristas no tienen ni remotamente la preparación, el vocabulario, los recursos, el ingenio y la cultura general de los cronistas deportivos de la vieja guardia.
Hoy encuentro mucha improvisación, un exagerado uso de muletillas y lugares comunes. En definitiva, era mucho más difícil llegar a un micrófono en otras épocas.
A Sonny le gustaba retozar con las palabras y tenía una rúbrica muy divertida al despedir las transmisiones televisivas: “Buenas gracias y muchas noches”.
Disfruté muchísimo sus narraciones de los partidos de Fernando Valenzuela con los Dodgers de Los Ángeles en el año de 1981, al lado del Mago Septién y la entonces promesa de la crónica, El Gigante de San Pedro de los Pinos Antonio de Valdés.
Toño nunca desmereció, a pesar de la sobrada experiencia de sus alternantes.
Por HERIBERTO MURRIETA
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