El inicio de una nueva era

Para emprender una verdadera transformación se debe dejar atrás la división...

El cambio de personas en una administración, implica en sí una renovación. El entusiasmo de quienes inician un nuevo ciclo que también tendrá final, permitirá oxigenar al gobierno que tiene la anhelada oportunidad de demostrar que será incluyente y estará a la altura de los extraordinarios retos que México debe resolver. Para emprender una verdadera transformación se debe dejar atrás la división, necesariamente incluir a quienes no piensan de la misma forma y visualizan el tránsito hacia el cambio con otras perspectivas. La llamada Cuarta Transformación, lleva implícita una considerable carga de soberbia, porque también hay cambios que son regresiones. Para que sea positivo, quienes llegan deben demostrar con su trabajo que son mejores y erradicar la etiqueta de adversarios cuando se refieran a quienes no comulgan con sus ideas. Para Andrés Manuel López Obrador, ahora Presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, llegó la oportunidad de demostrar que es capaz de unir, lo que él mismo propició que se rompiera en las tres campañas políticas que emprendió para buscar la Presidencia que ya ostenta. El Presidente tendrá que ser humilde no sólo en su forma de vivir y trabajar 14 horas diarias, como ofreció. Deberá ser capaz de admitir durante su desempeño como primer mandatario, el gran valor de las instituciones que le han permitido de forma pacífica asumir una responsabilidad que emana de la Constitución y las leyes. Ahora sería pertinente reconocer que fue un grave error mandarlas al diablo en 2006. Muchos buscan contrapesos para un gobierno que tiene el dominio total del tablero político. No hay que ir muy lejos, es la fuerza de los ciudadanos la que debe encabezar esa bandera para limitar al poder, la verdadera encuesta vendrá en las elecciones intermedias en tres años. Bienvenido el nuevo gobierno y el ofrecimiento lanzado para respetar la libertad de expresión, condición sin la cual no hay democracia. En los próximos 6 años veremos si el Presidente número 67 de la historia habrá logrado la llamada Cuarta Transformación.  

EDICTOS

Una hora con 18 minutos duró el primer discurso de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República, desde la máxima tribuna del país. Un mensaje sin sorpresas, concurrente con la dureza que le caracteriza, sin dejar claros los cómos y estableciendo el fin de la corrupción por decreto. En esos 78 minutos, el Primer Mandatario no mencionó en ninguna ocasión al Poder Judicial de la Federación o el importante papel que tendrían que jugar los jueces en el inicio de otra era. Fue notorio el sometimiento de los legisladores priístas que escucharon sin reaccionar, cómo se aludió a su partido una y otra vez para culparlo de la “hipocresía neoliberal” descrita en la tribuna como el motor de la corrupción que ha postrado a México. A cambio, Morena ofreció y cumplió un protocolo respetuoso para Enrique Peña Nieto que se ha ido con pena y el repudio de la mayoría.  

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