Veo a, no pocos, deseosos de que fracase el próximo presidente. A varios catastrofistas que dicen “se los dijimos”, que a AMLO defraudando a sus seguidores, aplastando opositores y generando convulsión en los mercados.
“El primer presidente que antes de tomar posesión ya provocó una crisis”, repiten. Parecen, incluso, entusiasmados con la idea de que vamos –o ya estamos- en una crisis. Ignoro qué los mueve. Supongo que en algunos hay intereses, porque me resulta incomprensible que haya quien desee que le vaya mal a México.
Intentemos situarnos en la realidad. Vivimos tiempos inéditos para todos. Comenzando por AMLO, acostumbrado a ser opositor; la clase política, habituada a sus formas; el sector empresarial, curtido en un régimen caduco; los medios, testigos desde hace tanto de lo mismo con diferente nombre... Pero lo que era, ya no es. Y lo que fue, difícilmente volverá. Los símbolos y las señales, cambiaron. Y seguirán cambiando. No hay manual y habrá que ir tomando lecciones sobre la marcha.
Ahora, el presidente hablará casi a diario. Contestará preguntas de reporteros. Debatirá si no está de acuerdo. Ah, y es pragmático. Muy pragmático. Estará dispuesto a perdonar si conviene a sus intereses o a chocar si eso le dice su olfato. Si necesita los votos del Verde, irá por ellos. Si requiere a la izquierda radical, les abrirá espacios. Si ocupa llevarla bien con empresarios, les dará la mano. Si considera que debe contrastar, buscará rival para hacerlo. Así hay que leerlo. Es más previsible que sorprendente. Mañana llegará un presidente en condiciones inéditas, con una expectativa enorme. El más votado en la historia y con un bono de legitimidad por las nubes. Eso, que es fortaleza, también es su flanco inmediato más flaco.
Obvio, no podrá cumplir todo lo prometido recién aterrice en el cargo. Ojalá lo consiga, pero tomará tiempo. Habrá decepcionados en el camino, costos que pagar y crisis que atajar. Gobernar desgasta. Implica tomar decisiones. No todas serán populares. Ojalá el presidente ejerza el poder para todos y no sólo para su base. Ojalá escuche más de lo que hable. Ojalá se rodee de incondicionales que crean en él y su proyecto, pero también de críticos que lo nutran. Ojalá no vea afrentas en los disensos. Ojalá no abone a polarizar, sino a unir. Ojalá defienda sus ideas con argumentos y no con insultos. Ojalá fortalezca instituciones y no las recargue en él. Ojalá no nos estacione en una eterna campaña y piense en la siguiente generación, no en la próxima elección. Ojalá. Que le vaya bien. Es deseo genuino. El mismo que tendría si el presidente no se llamara Andrés Manuel López Obrador.
-Off the record Ya decidió qué hará y dónde vivirá. Los próximos seis meses, en México. Tiene acondicionada una casa que será su oficina en La Herradura, entre CDMX y Edomex. “No quiero que nadie piense que me fui”, ha dicho a sus cercanos. Pasado el primer semestre, vivirá en Canadá. Quiere aprender inglés. Yes, Mr. Peña Nieto.
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