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Babe, el inmortal

Construyó un estadio que fue su casa y una afición, no para un equipo o una persona sino para el deporte

OPINIÓN

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Nació en 1895 en Baltimore, EU, con el nombre de George Herman Ruth, Jr. Destinado a ser un símbolo desde la cuna, primero lo fue de la familia disfuncional americana. Sus padres tuvieron ocho hijos, pero sólo dos sobrevivieron la infancia y a junior lo internaron en un orfanato por incorregible, ingobernable, y por robar. Tenía siete años. También tenía un serio problema con los límites y las reglas, pero algo más: un innegable talento para el beisbol. Uno de los hermanos católicos del reformatorio lo notó y, fungiendo como su figura paterna, decidió apoyarlo a pulir sus habilidades en el deporte. A los 18 años fue fichado por Jack Dunn, el dueño de los Orioles de Baltimore, quien lo presumió ante afición, prensa y equipo. El nuevo bebé de Jack lo llamaban, y aunque los Orioles lo transfirieron al poco tiempo a los Medias Rojas de Boston, George Junior sería siempre Babe Ruth. Inició su carrera como pitcher, y a pesar de su lento comienzo en Boston fue haciéndose un espacio. Para 1916 había logrado llegar como lanzador al cuarto partido de la Serie Mundial y sólo otorgó una carrera en las 14 entradas que duró el encuentro. Los Medias Rojas se alzaron campeones ese año y en 1918. Sin embargo, Harry Frazee, dueño del equipo y al tiempo empresario en Broadway, requería financiamiento y transfirió al jugador a los Yankees de NY. Una nueva era comenzó para ambos equipos. Los Medias Rojas tardaron 86 años en ganar de nuevo una Serie Mundial, la sequía se conoció como La Maldición del Bambino. Los Yankees, por otro lado, se convirtieron en una de las franquicias más emblemáticas y exitosas del beisbol profesional y la que más títulos de Serie Mundial acumula. El Yankee Stadium se inauguró en 1923 ante la necesidad de conseguir un lugar para la desbordante afición que atraía Ruth. Era la dualidad encarnada: un gran lanzador y un extraordinario bateador, combinación muy poderosa, y que casi no se da en el beisbol. Babe nunca fue lo que se esperaba de él. Llevó su rebeldía y desprecio por los límites hasta las últimas consecuencias, para bien y para mal. No fue el delincuente juvenil que fracasó en la vida determinando por su cuna y crianza, sino que es el deportista más emblemático del siglo XX. Tampoco tenía cuerpo de atleta, pero eso no lo detuvo durante las 22 temporadas que jugó como profesional. Incluso al retirarse en 1935 lo hizo con seis home runs. No logró su último sueño de ser un entrenador exitoso. La fama de irresponsable buscapleitos lo acompañó para siempre y sólo los Dodgers le confiaron brevemente el timón sin grandes resultados. Al final, el cáncer de garganta lo derrotó en 1948, pero El Bambino es inmortal y la encarnación del viejo sueño americano, que aún inspira no sólo a los estadounidenses, sino a muchos en el mundo.