En 18 años de cobertura legislativa en el Congreso federal no habíamos sido testigos de una sesión en comisiones como la del martes pasado, cuando de forma inédita se trabó una discusión en la Comisión de Justicia del Senado sobre el polémico dictamen de la Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República, que va a sustituir a la actual PGR.
Resulta que los integrantes de dicha comisión tuvieron una votación cerrada que terminó en empate de siete votos a favor y siete en contra; en una segunda vuelta se volvió a dar el empate, por lo que al aceptar la incompetencia para sacarla adelante, la comisión que preside Julio Ramón Menchaca, de Morena, el dictamen se turnó al pleno para que fuera resuelto por los 128 senadores.
La inédita historia legislativa no termina ahí, sino al contrario: viene lo inédito de los inédito. Dicha acción legislativa debería volverse debatible más que verse como una acción bizarra o de café con leche en un poder Legislativo, pues un legislador presente pudo ser el fiel de la balanza y destrabar el empate.
Se llama Miguel Ángel Mancera, y como integrante de ese cuerpo legislativo empezó a dar cátedra en temas de justicia. Argumentó que se necesita una reforma constitucional para lograr independencia de la Fiscalía con el objetivo de que el titular del área no fuese cercano al Presidente de la República, y señaló que el proyecto tenía inconsistencias en la redacción y ortografía. Entonces ¿por qué Mancera no emitió su voto? No lo hizo ni a favor ni en contra, y tampoco se pronunció en abstención. Este punto es lo relevante y a simple vista inexplicable. El voto de Mancera, si hubiese sostenido su posicionamiento discursivo, le habría dado para atrás a la propuesta de Morena. Pero simplemente se quedó mudo cuando vino el momento de las votaciones. La extraña situación y el comportamiento legislativo nos hizo sospechar que allí había gato encerrado. Nos pusimos a indagar y encontramos dos versiones.
Una refiere que Mancera explicó a sus compañeros del PRD que hay una sobre-representación de senadores de ese partido en comisiones (son cinco legisladores y están repartidos en varias), por lo que mediante un acuerdo político Morena le permitió a él estar en la de Justicia, pero que en este caso específico lo presionaron para que no votara o sería castigado con los espacios. La otra versión señala que Mancera quiso congraciarse con AMLO, quien no le perdona su traición a Marcelo Ebrard al llegar a la Jefatura de Gobierno.
Cualquiera que sea la verdadera respuesta convierte a Mancera en un legislador de chocolate, ¡con voz pero sin voto en el Senado!, lo cual hace que sea un hecho histórico en la vida del Congreso e inconcebible desde la instalación del primero en su tipo, tras consumarse la independencia nacional, en 1822 en la Catedral Metropolitana.
El hecho merecía darse a conocer de manera pública y no quedarse en el cajón escondido, en el cajón de los arreglos al margen de la ley.