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Sandro García-Rojas Castillo: Cuidemos lo que pensamos

OPINIÓN

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La vida nos enseña que la incertidumbre es uno de sus ingredientes elementales. No hay día que comience en el cual no aparezca, de una u otra forma vestida, la Señora incertidumbre. Señora maltrecha, maldiciente, incisiva e insistente que, a través de sus dudas, da forma y encarna a sus hijos: el riesgo y el miedo. No es necesario que exista adversidad para que se presente en la escena. Ella siempre está ahí; recordándonos que nada es eterno y que algo, al menos, podría cambiar y llevarnos a un escenario negativo. Evidentemente, ante la calamidad o la crisis, resulta prolija y fecunda. Ni mencionar cuando se asoma la adversidad, Doña Incertidumbre se da rienda suelta y confunde lo que a duras penas se vislumbra, la vista se obnubila y quedamos a ciegas. Ahí justamente, se fecunda al caos. El escenario que vivimos hoy los mexicanos está lleno de incertidumbres; las dudas y los miedos afloran en muchos rincones del país. Todos, absolutamente todos los que en él vivimos y nos desarrollamos, los percibimos. Algunos los vemos y los reflexionamos. Tomamos previsiones ante los distintos escenarios que pudieren sobrevenir. Pero otros, los azuzan, los engrandecen, los multiplican. Hay un sector de la población que, como si se tratara de un invernadero, se dedican a cuidar, regar, proliferar y vaticinar los resultados catastróficos a los que, aparentemente, nos destina su quehacer. Y he aquí que me parece preciso recordar que también a partir de lo que se piensa se construye. No se trata de inscribirnos en el Club del Optimismo, o de iniciar un sindicato de selectos pensadores que afirman que “no pasa nada”. El reto está en darle su justo sitio y no perder de vista que existe un ancho mundo de cosas y factores ciertos o certeros que dejamos de ver ante la duda o el temor. Un gran amigo contaba alguna vez el ejercicio que un maestro hacía dejando caer unas gotas de tinta al centro de un largo mantel blanco. Al preguntar a sus alumnos qué veían, aquellos respondieron haciendo alusión a la mancha, a lo poluto, al riesgo de su propagación, a la imperfección. El maestro les preguntó por qué nadie había notado la blancura restante, el amplísimo tejido que quedaba aún sin mancha alguna. Como si se tratara de una profecía, Doña Incertidumbre nos promete irremediablemente sufrimiento. La pobreza, la carencia, la injusticia, el desempleo parecieren apocalípticos e irremediables. Y no, ante la adversidad, la templanza del carácter. Somos un país que sabe de adversidades. Los que trabajan, se esfuerzan y confían en sí mismos, siempre encontrarán que no todo nubarrón trae como fruto una tormenta. Tengamos listas las habilidades y conocimientos aprendidos; démosle el buenos días y las buenas noches a esa compañera Incertidumbre; aceptemos su presencia constante, veamos el ancho mantel de la confianza que existe para salir adelante; aprendamos a hacer cosas distintas o de manera diferente y, principalmente, cuidemos lo que pensamos para no encender hogueras que nadie quiere.  

Sandro García-Rojas Castillo 

Articulista

@GARCIAROJASSAN