Para la última semana de julio de 2006, el clima social se tornó violento tras la elección presidencial más cerrada que hemos vivido. Y uno de los atizadores de esa violencia era el coyoacanense y recién electo diputado local Mauricio Toledo.
O lo que es lo mismo: no extraña que Toledo siga siendo el incitador, patrocinador –literalmente– y principal interesado en sembrar el miedo, la inestabilidad y las agresiones físicas en una nueva elección cerrada, como se antoja la próxima entre las izquierdas de la CDMX. Está dispuesto a hacer de todo porque lo dejaron durante 12 años hacer de todo y, lo que es peor, lo siguen dejando.
Revisaban aún, en aquella época, el resultado de la contienda presidencial cuando el PAN del entonces llamado DF inició una campaña de contención al agitado entorno. Bajo la batuta de Carlos Gelista, líder del panismo de la Ciudad de México, el 29 de julio ese partido se dio a la tarea de comenzar a colocar, en puentes peatonales, gigantescos moños blancos como parte de una campaña por la paz y en defensa del voto.
Rápidamente, militantes y simpatizantes salieron a poner los lienzos blancos, pero más rápido aún encontraron resistencias. El Gobierno del DF, encabezado por Alejandro Encinas, en suplencia de López Obrador (quien estaba ocupado en el reclamo de voto por voto), impidió la colocación de los moños.
Obra de la negociación, que encabezó el entonces secretario general del PAN, Hiram Álvarez, se dio la instrucción de permitir la colocación de los símbolos blancos. Pero hubo uno, uno solo de los líderes locales que no hizo caso y no lo permitió: en el puente peatonal de Las Bombas y Miramontes, un grupo de 20 perredistas encabezados por Toledo acudió a impedir la colocación de un moño.
Toledo, ojos inyectados en rojo y frente vascularizada a golpe de gritos, miraba desorbitado a los panistas y a la prensa que cubríamos el evento. Espetaba desprecio e intolerancia. Desde el puente peatonal vigiló, con sorna, la retirada de la gente. El cancerbero logró cuidar el territorio.
Es el mismo Toledo que extorsionó a los constructores de Céfiro 120, a quienes pidió por BlackBerry 1.6 millones de pesos. El mismo que se dijo víctima de un hackeo y de una campaña en su contra. El mismo que fue exonerado por la PGJ. El mismo al que hoy señalan de reventar los eventos de Morena en Coyoacán, delegación donde lo han dejado asentar sus reales los perredistas, desde hace mucho tiempo y que quiere ser Senador. Impresentable marca “de izquierda”.
Chicles que no pegan
Mientras tanto, en Naucalpan sigue el rechazo a los chapulines que buscan refugio en Morena.
El domingo fue día de protestas en rechazo a los arribistas de otros partidos que han llegado a Morena. En la CDMX, morenistas de Cuajimalpa reclamaron a Claudia Sheinbaum que el partido haya aceptado la precandidatura de la ex priista y ex pevemista Paola Félix a esa alcaldía, cuando tienen cuadros de verdadera izquierda.
Y en Naucalpan hicieron lo propio con la ex panista, ex movimiento-naranja y ex apoyadora del PRD Patricia Durán, hermana menor de José Luis. La protesta se la adjudicó el Movimiento Juvenil de Morena. A ritmo de “no a los chapulines en Morena” dejaron sentir su voz contra la impresentable marca PAN.