La lucha politica en torno a la investigación de la posible injerencia rusa en las elecciones estadounidenses y sus vínculos con la campaña del presidente Donald Tump alcanzó un nivel de frenesí raramente visto en Estados Unidos.
La tormenta se desarrolla alrededor de la ya segura divulgación de un memorando preparado por partidarios republicanos de Trump en el Comité de Inteligencia de la Cámara baja, que cuestiona la imparcialidad política de la investigación del fiscal especial, Robert Mueller, y de los agentes participantes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI).
Trump mismo y el presidente del Comité y autor del memo, el diputado Devin Nunes, son partidarios de divulgar el contenido, mientras que el Departamento de Justicia y los legisladores demócratas en el comité han expresado su oposición y reservas considerables.
Lo aparente al menos es que se trata de una maniobra para presentar la pesquisa como una cuestión política auspiciada clandestinamente por el llamado "estado profundo", una cábala supuestamente constituida por elementos de las organismos de seguridad autoconstituidos en guardianes de los intereses nacionales.
La decisión siguió al anuncio de que Andrew McCabe, director adjunto del FBI, dejaría el puesto luego de meses de presión que incluyó expresiones públicas de desagrado del propio Trump,.
Existe la creencia de que el esfuerzo por desacreditar la investigación y al FBI son señal de que hay sustancia en las especulaciones, mas allá de las sospechas despertadas por algunos de los más torpes movimientos de Trump y su gente. Hay según se sabe, una serie de hechos que por lo menos crean una narrativa brutal para Trump y su gobierno.
Van lo mismo de algunas reuniones entre allegados y familiares del candidato Trump con presuntos agentes rusos, a los encuentros del general Michael Flynn, efímero Consejero de Seguridad Nacional.
Parte del problema es que esas acciones no fueron reportadas en su momento y en algunos casos hubo el intento palpable de ocultarlo, como en el caso de los consejos del ya presidente Trump a su hijo, Donald Jr., para hacer declaraciones engañosas sobre sus encuentros con algunos rusos durante le campaña en la propia Torre Trump.
Hay otras que se convirtieron en complicadas simplemente por la omisión como las propuestas de Jared Kushner, el yerno de Trump, para crear un canal extraoficial de comunicacionesentre la Casa Blanca y el Kremlin.
Ninguno de los bandos tiene interés en dar al otro el beneficio de la duda. Para Trump y sus aliados, la defensa contra posibles acusaciones de obstrucción de la justicia o contactos indebidos con los rusos implica cuestionar la credibilidad a sus acusadores.
Y si esos son parte esencial del aparato de seguridad del país, de acuerdo al menos con Mike Allen, un columnista político, Trump ha tenido éxito al presentar a Hillary Clinton y a los medios como enemigos del Estado; ahora busca hacer lo mismo con el FBI.