Lula, ley y democracia

Durante la conferencia que Carles Puigdemont, el fugado ex president de la Generalitat de Cataluña, impartió en la Universidad de Copenhague, fue sometido a un duro cuestionario por Marlene Wind, directora del Centro de Política Europea. Una de sus preguntas fue: “¿La democracia son sólo los referéndums y votar o incluye también el respeto a la ley y la Constitución?”. Esta cuestión, dirigida a un político que en nombre de la democracia y el voto no tuvo ningún empacho en infringir las leyes catalanas y españolas, también sería aplicable a Lula da Silva. Un Tribunal Federal confirmó la sentencia por corrupción y lavado, frontalmente rechazada por el ex presidente y sus seguidores, quienes hablan de un golpe oligárquico contra la democracia y de la voluntad de impulsar un fraude electoral. Paradójicamente, la ley anticorrupción de “ficha limpia” que permite inhabilitar políticamente a Lula fue impulsada durante su segundo mandato, aunque su deseo era que ésta sólo sirviese para apartar de la política a sus rivales. Jamás soñó con que le afectaría directamente. Llegados a este punto, subsisten varias dudas. La primera si podrá presentar su candidatura, y si bien todo indica que es prácticamente imposible, aún quedan abiertos vericuetos jurídicos. La segunda, en caso de confirmarse la anterior, ¿quién será el candidato de la izquierda? El Partido de los Trabajadores (PT) y Lula dicen que no hay plan B, pero ya suenan nombres alternativos y algunos grupos progresistas como el Partido Comunista de Brasil (PC do B), el Partido Democrático Laborista (PDT) o el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) buscan una salida propia al margen del hegemonismo del PT. La tercera afecta al futuro político de Lula y del PT. Hay quien señala que la sentencia del Tribunal Federal incrementó el mito Lula, pudiendo crear incluso “un lulismo más radical, sin Lula y sin el PT, como es el peronismo”. Pero el peronismo fue una creación de Perón que llegó a ser “el Movimiento” gracias a su capacidad de compaginar lenguaje radical y moderación, ocupando todo el espectro político desde la extrema izquierda a la extrema derecha. El giro radical del PT comenzó con el impeachment contra Rousseff y continuó con la nominación de Lula como candidato presidencial. Lula, al igual que Puigdemont, cree que la verdad absoluta es suya y que la justicia está manipulada. Por eso está dispuesto a llegar al final a cualquier precio, aunque quienes más paguen sean sus propios seguidores. La resistencia pacífica o la desobediencia civil, incluyendo estallidos violentos, siempre están a mano. Sin embargo, no deja de ser curioso que quien paseó a Marcelo Odebrecht por América Latina y le abrió sus puertas hable de limpieza. El futuro de Brasil es complejo. La corrupción afecta a todo su sistema político, no sólo al PT. Ninguno de los grandes partidos ha iniciado su renovación comenzando por criticar su papel en la corrupción. Mientras todos se justifiquen y defiendan su honradez frente a la maldad ajena, empezando por quienes buscan construir una sociedad equitativa, seguiremos esperando la regeneración brasileña.