Los reclamos de la esgrimista Paola Pliego al Comité Olímpico Mexicano (COM) y a la CONADE no me resultan desconocidos. Que un atleta mexicano pida ayuda para defenderse de la conducta abusiva de un presidente de federación ha sido una constante histórica en México. ¿Qué es diferente? Que Pliego echó mano de las redes sociales para hacer pública su inconformidad, que pidió auxilio ante los ojos de todos.
Los presidentes de las federaciones deportivas mexicanas son entes poderosos porque se aprovechan de que en las asociaciones civiles la última palabra la tiene la asamblea. Y la asamblea no es más que un grupo de amigos puestos a modo en cada una de las asociaciones estatales que están ahí para avalar las triquiñuelas del presidente que los impulsó para asegurar que voten por él, ya sea a través de la coerción o en agradecimiento por darles tal nombramiento.
¿Qué mantiene a Jorge Castro Rea al frente de la Federación Mexicana de Esgrima fastidiando a Paola Pliego y a otros atletas? El poder de su asamblea. Por eso cuando Alfredo Castillo llegó envalentonado –y a la vez ignorante de cómo opera el deporte federado- a anunciar que cortaría las cabezas de los presidentes corruptos y abusivos provocó una falsa esperanza. Su alharaca duró unos meses y hoy está ahí incapaz de hacer nada para evitar que Castro le meta el pie a Paola.
Me extraña que el presidente del COM, Carlos Padilla, sabiendo la clase personaje oscuro que es Jorge Castro no mueva un dedo ante la Federación Internacional de Esgrima para demostrarle que un tipo que amañó una elección, que según un fallo de la Comisión de Apelación y Arbitraje Deportivo debe repetir el proceso porque hizo trampa para reelegirse, además le está partiendo la carrera a quien ha demostrado ser la mejor sablista de México; que el hombre que tiene en sus manos el desarrollo de la esgrima mexicana es su peor enemigo.
Paola Pliego quedó marginada de los Juegos Olímpicos de Río 2016 por un falso positivo que reportó el Laboratorio de la CONADE. Jorge Castro fue el más contento por eso, le hicieron el favor de quitarla del camino. Es un contra sentido que la autoridad deportiva sea el principal enemigo de los deportistas. Ya basta de que el deporte sea un coto de poder.
Diacrítico. Padilla y Castillo son cómplices de un federativo despreciable. No basta con que le garanticen a Paola Pliego su participación en los Juegos Centroamericanos de Barranquilla. Urge que los presidentes de federaciones –y las autoridades deportivas de cualquier nivel- sean personas honorables, con un alto sentido de la ética y cumplan a cabalidad la función que se les encomendó.