De investigaciones y conspiraciones políticas

En el menú de escándalos constantes que rodea al gobierno del presidente Donald Trump, uno de los más llamativos es el relacionado con la investigación del fiscal especial Robert Mueller, sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses. Algunos o muchos de sus críticos desearían intensamente lo que evidentemente preocupa a los partidarios de Trump: que las pesquisas y los esperados interrogatorios del mandatario y sus colaboradores pudieran llevar a un proceso de impugnación constitucional. Políticamente ya es causa perdida, sin embargo. Los abogados y partidarios de Trump tratan de enmarcar el tema como un choque entre el "establecimiento" político, fijado en metas de corto plazo para ganancias electorales, y lo que algunos llaman el "estado profundo", sectores del aparato gubernamental en los organismos de seguridad que se sienten guardianes del interés nacional. Ambos pueden ser definibles por sus intereses, pero de existir, son amorfos, inconsistentes excepto en las siempre convenientes teorías de la conspiración que señalan la culpa del "estado profundo". Los aliados republicanos de Trump afirman ahora que hay una cábala en la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) que no sólo es enemiga de Trump, sino evitó indagar sobre las vinculaciones de Hillary Clinton con los rusos. Para reforzar la idea, citan como ejemplo un "memorando secreto" que pocos han visto y hasta donde se sabe refleja un intercambio entre dos agentes del FBI, un hombre y una mujer, que eran amantes, pero casados con otras personas. De acuerdo con el senador republicano de Wisconsin, Ron Johnson, "he escuchado de alguien que ha hablado con nuestro comité (de inteligencia) que hay un grupo de individuos en el FBI que mantenían reuniones secretas por fuera". Absurdo como es, el argumento ha reforzado las creencias de muchos votantes de Trump y lo pinta como víctima política. Algunos creyentes en las conspiraciones, como el diputado Devin Nunes, republicano que preside el Comité de Inteligencia, están convencidos de la veracidad de la conspiración contra Trump, pero rechazan la idea de la ayuda clandestina rusa a su elección. En realidad es posible que Trump hubiera estado informado de que algunos de sus colaboradores, incluso su yerno y su hijo, tuvieron contacto con los rusos para apoyar su elección; pero de posibilidad a probabilidad hay una distancia considerable y la comprobación resulta por lo menos difícil. A menos que haya información que no se sabe, las denuncias de conspiración son una "vacuna política" que complica a grados imposibles una conclusión satisfactoria de la investigación, cualquiera que sea. A estas alturas y gracias a la politización en EU, la posibilidad de probar la culpabilidad o la inocencia de Trump y la existencia o no de la conspiración rusa, se han convertido en una cuestión de lo de lo que se quiera creer.