La mañana del viernes entré al juzgado de Tláhuac como invitado de una pareja de amigos que después de casi dos años de casados por la iglesia, decidieron unirse por lo civil. Cada uno escribió una carta de amor que se leyeron ante el juez. La voz de ella fluyó bien, de hecho no parecía estar leyendo, pero al “Chino”, un tipo de barba larga y con fama de duro, la voz se le quebró tres veces.
Salimos contentos a almorzar a La Casa de Piedra, un restorán modesto y contiguo al palacio de gobierno. Aunque llevo quince años viviendo fuera de la demarcación, suelo visitar a menudo, a las viejas amistades y familiares. “Finalmente uno es del lugar donde pasó su adolescencia”, leí por ahí alguna vez. Pero cada que regreso a la zona centro de la ciudad, donde ahora tengo mi casa, me traigo nuevas preocupaciones.
En el restorán, de pronto apareció un joven que llevaba en el antebrazo izquierdo una caja de cartón, luego de acercarse a nosotros hundió la otra mano en el fondo de la caja. Las cuatro personas que tenían sus celulares sobre la mesa los tomaron con espanto, no supe si en un gesto de salvaguardarlos o entregarlos porque estaban seguros de que estábamos ante un asalto. Lo que el chico sacó de la caja, sin embargo, fue una bolsita de pasitas de chocolate que llevaba a la venta.
Me sorprendió la palidez con que quedó la gente. La hermana de la novia me contó entonces que apenas el lunes a las 7:30 am, cuando acababa de dejar a su hijo en la escuela, un hombre de mal aspecto y empistolado se acercó a ella y le dijo: “Mamita ya ni guarde su teléfono. Démelo ¡O le meto unos pinches balazos!”. No sé si lo que sigue es tanto o más preocupante. Fue a levantar la denuncia. En la agencia del MP le preguntaron que sólo si era para cobrar el seguro del celular.
Como dijo que era para dejar testimonio del hecho, le pidieron que entonces volviera después porque había cambio de turno. Acababa de salir cuando fue alcanzada por una patrulla de Seguridad Pública que la invitó a subir para ver si veían al asaltante y en el camino la desalentaron a denunciar. Se trata de una confabulación de la autoridad para evitar un repunte en las estadísticas delictivas.
Pero en mis 12 horas en Tláhuac otros actos fueron noticia nacional: una banda roba con mazo casi 100 celulares de un Coopel; por la cuenta Tláhuac Denunciómetro de Facebook, vecinos siguen la pista, con fotos, de un auto deportivo Volkswagen que aunque fue robado en el Edomex circula por calles de la demarcación; una mujer es acribillada por resistirse a un asalto a bordo de un microbús de pasajeros que circulaba por avenida Tláhuac; y por la madrugada la Marina abate al sobrino de El Ojos, jefe eliminado del Cartel de Tláhuac.
Los novios se fueron a Disney de luna de miel, pero en una semana volverán al horror que aún padecen a diario los habitantes de la delegación y donde los muchachos del procurador capitalino Edmundo Garrido hacen lo necesario para maquillar las cifras delincuenciales.