Javier García Bejos: Política por convicción

Posiblemente, el servicio público se ha convertido en una de las profesiones más desacreditadas. El abuso de poder y la corrupción han lastimado a la gente, generado desconfianza y hoy, no hay reto que debamos enfrentar con mayor determinación que prestigiar el servicio público, es decir, volver a confiar en nuestra capacidad de gobernar para bien de todos. Hace 20 años cuando inicié mi carrera, me inspiró el ejemplo de mi abuelo, médico de profesión que desde el IMSS e ISSSTE siempre sirvió a su país, porque creía que su actuar cobraba sentido cuando servía a quienes más lo necesitaban. Ese mismo ejemplo sigue inspirando a millones de servidores públicos; soldados, doctores, maestros y profesionistas, que en cada rincón del país empeñan su tiempo para construir un mejor país. Los servidores públicos no somos diferentes a los demás buenos ciudadanos: compartimos valores y nos sentimos profundamente patriotas. Al final, queremos que México esté bien. Por eso, debemos retomar propuestas que tienen la convicción de prestigiar el servicio al país de manera profesional, transparente y honesta. Para ello, es indispensable confiscar dinero y bienes a los corruptos para siempre poder resarcir el daño, dar penas máximas a los culpables y siempre exigir, como obligación para los funcionarios, las declaraciones certificadas de patrimonio e ingresos. Como ciudadano y servidor, comparto plenamente la visión que frenan las conductas que lesionan el pacto social para recobrar un principio fundamental del estado de derecho: más allá de nuestra profesión o responsabilidad con los demás, los ciudadanos no tenemos ninguna distinción ante la ley. Hoy más que nunca, requerimos del compromiso de todos los hombres y todas las mujeres que hacen política por convicción, no por ambición, que sirven para cambiar la realidad de los demás y se han preparado para construir un México con futuro, sin división ni encono. Desgraciadamente, en nuestra vida pública, se ven poco los llamados a trabajar por el bien y la unidad. Hoy, la descalificación y el descrédito parecieran valer más que las propuestas que no nacen de la fácil demagogia electoral, sino de convicciones personales que se vuelven ejemplo, arrastran y transforman. Sin embargo, acabar con la corrupción y gobernar sin ella es posible. Solamente necesitamos convencernos de que somos más los buenos, nada sucede por actos de magia y que ningún país puede construir desde el enfrentamiento, pero tampoco podemos perdonar lo que nos ha lastimado ni ignorar la llamada de atención de quienes exigen justicia. No tengo duda: las grandes cosas que nos proponemos, las podemos alcanzar con éxito si tenemos convicción, y si de proponer se trata, nada mejor que predicar con el ejemplo.  
SUBSECRETARIO DE PLANEACIÓN DE SEDESOL