De la digitocracia a la legión de idiotas

Malsano para la popularidad, pero enriquecedor para el intelecto, sobre todo en tiempos electorales como el que atraviesa México, es la práctica de documentar u opinar algo que disguste a la “mayoría” controladora de las redes sociales, empecinada en imponer lo virtual como verdad universal e inapelable.   En los últimos días hemos sido testigos de ataques en las redes sociales a personajes que han criticado a tal o cual candidato presidencial. Sobresalen los casos contra los periodistas León Krauze y Ricardo Alemán, o el conductor radiofónico Jorge Avilés, conocido como Callo de Hacha.   Porque en las redes, espacio donde estorban las urnas, ya eligieron a su virtual ganador de la elección presidencial, e incluso se prepara ahí el terreno perceptual contra cualquier modificación del resultado electoral que arroje la realidad objetiva, con el fin de deslegitimarlos y acusar fraude.   Y a quien en las redes use su individualidad para expresar que la contienda aún no está definida, se le apalea con insultos, infundios, descalificaciones y anatemas cibernéticos.   Desde 1997 Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, alertó que “la democracia electrónica puede conducir directamente al linchamiento electrónico”. Aunque 20 años después esa “democracia electrónica” de la que habla Ramonet, ha derivado en una digitocracia, como la llama Juan Luis Cebrián, en su libro La Red, publicado en 1998.   Se trata, expone, de “una ideología excluyente de todo aquello que no cabe en su mundo, tan notablemente marcado por la impronta realidad virtual”.   Sigue: “Aun asumiendo posibles ventajas en la práctica democrática a través de Internet, habremos de reconocer que se corre el riesgo de establecer una nueva exclusión entre los ciudadanos (…): aquellos que no están conectados a la red y los que tengan menos habilidades para desempeñarse, se verán discriminados en su participación y expulsados del cónclave de los iniciados.”   Es decir, “enchufados y desenchufados”. Por supuesto, refiere Cebrián, los primeros contarán con el privilegio de “los elementos igualitarios de Internet”, lo que paradójicamente, aumentará las desigualdades respecto al resto.   Más parecido, en los hechos, a un régimen oligárquico que a uno democrático, porque, como explica Cebrián, “Los apóstoles de las virtudes democráticas de la red, sin mezcla de mal alguno, suelen repetir que la revolución digital supone más poder para el pueblo. Exactamente igual que lo que todos los grandes revolucionarios han prometido a sus seguidores antes de dedicarse a hacer pasar por el paredón a quienes se mostraran díscolos o desobedientes”.   En pocas palabras, una legión de idiotas, como calificó el pensador, filósofo y escritor italiano Umberto Eco, a los cibersectarios que controlan Twitter.   ***   EN EL VISOR: En terreno fangoso se metió la líder de los diputados de Morena, Rocío Nahale, al acusar que la iniciativa de combate a la corrupción del candidato presidencial del PRI, José Antonio Meade, es un plagio. Si de plagios se trata, hay alguien muy cercano a ella que lo aplicó y hasta lo plasmó en su proyecto de nación.   Columna anterior: México, acechado por la maldad