Mirando Al otro Lado
Por: Ricardo Pascoe Pierce
Mientras el mundo lee sus tuits y reacciona o se retuerce, Trump desarrolla un nuevo método para hacer política. O, por lo menos, es lo que algunos dicen de él, tanto sus detractores como sus apoyadores. Lo que debe reconocerse es su uso inusual de Twitter, motivado y sostenido por la fascinación que esa actividad ejerce sobre la clase política mundial. Esto hace valida la pregunta: ¿qué sucedería si el mundo ignorara los tuits de Trump, o los viera, en todo caso, de reojo?
Obviamente perderían su impacto sobre las cuestiones básicamente circunstanciales y/o coyunturales a las que Trump suele referirse.
Pero, detrás de esa manía tuitera se esconden otros métodos del quehacer político que convierte a Trump en un actor muy parecido a otros políticos y gobernantes. Uno de esos métodos es el de esconderse en el momento exacto, para dejar que sus suplentes-funcionarios y legisladores-sean quienes opinen sobre coyunturas específicas, luego de haberles insinuado, pero no confirmado, su verdadero parecer sobre cualquier tema.
Así, retiene lo que ha resultado ser un instrumento que mantiene en tensión y confusión a los suyos: la posibilidad de negarlo todo. Sucede a menudo que un funcionario dice que se va a hacer tal cosa, y el Presidente tranquilamente lo niega o cambia totalmente la política de un instante a otro.
Esto genera otro método que acompaña al anterior: el del doble discurso.
Se ha vuelto común que existan por lo menos dos versiones de lo que es o será la línea política o la narrativa explicativa de cualquier momento, coyuntura o circunstancia, por parte de la Casa Blanca.
El doble discurso es utilísimo en momentos de crisis para despistar al enemigo (Sun Tzu y Machiavelo dixit), pero en tiempos normales lo único que logra es exasperar e irritar al contrincante, y sirve para impedir el logro de acuerdos.
El arte de gobernar es el de acordar y pactar para que las instituciones funcionen, no para que dejen de funcionar.
El doble discurso del gobernante o del político que es aplicado con frecuencia y bajo todas las circunstancias es augurio de malos tiempos por venir. Habla de la imposibilidad de lograr acuerdos funcionales para la sociedad.
El doble discurso, además, es el disfraz que sirve para enmascarar a los verdaderos propósitos e intenciones del gobernante.
Cuando no se quiere decir lo que verdaderamente se va a hacer, el doble discurso es la cortina de humo ideal para ocultar los movimientos de ajedrez para obtener el fin buscado, sin habérselo anticipado a la sociedad.
Así, el doble discurso es la máscara detrás de la cual se oculta el ¿verdadero? rostro del gobernante. Así, el gobernante del rostro oculto para la sociedad es un peligro que encarna las peores tradiciones de engaño y traición para alcanzar objetivos no esclarecidos públicamente.
Esto llevaría a considerar que el engaño, propio y ajeno, es parte consustancial y necesaria del arte de gobernar.
Cuando el engaño es una parte principal del arte de regir los destinos de una nación, entonces ese país tiene toda la razón en preocuparse por el futuro de la convivencia democrática y pacífica de la sociedad. Este engaño es la cosa que hace de líderes autoritarios, autócratas, dictadores, totalitarios.
Cuando el método de gobierno descansa en el engaño institucionalizado, el doble discurso, las narrativas falaces, las promesas que nunca se iban a cumplir, el rechazo a las instituciones y la glorificación del mando unipersonal, entonces es hora de alzar todas las banderas rojas de alerta.
Los regímenes políticos autoritarios dependen del uso de ese método en escala ampliada, so pena de perder el poder si no lo hacen. Del engaño a la imposición hay escasamente una delgada línea.
De la imposición al régimen autoritario o dictatorial hay un paso, relativamente lógico y fácil de tomar.
Lo que mantiene a Estados Unidos fuera del campo autoritario es su fuerte institucionalidad, la separación de poderes y una prensa independiente. Si no fuera por ello, estaría cayendo en el mesianismo autoritario con Trump a la cabeza.
México no goza de esos instrumentos cruciales para mantenerse de lado democrático y evitar caer en el autoritarismo.
No goza de una institucionalidad fuerte, la separación de poderes sigue siendo una aspiración, al igual que la prensa independiente.
Por lo anterior, es un país susceptible a los juegos del poder del doble discurso, el engaño y, eventualmente, al canto de la sirena del autoritarismo.
ricardopascoe@hotmail.com
Viernes 6 de Diciembre de 2024