Guantes, sudor y lágrimas

Julio César Chávez González es sin duda uno de los deportistas mexicanos de mayor trascendencia en la historia del deporte nacional; el más grande boxeador azteca de todos los tiempos, y por muchos considerado entre los 10 más grandes de todas las épocas en esta durísima disciplina, la favorita de los mexicanos. Sus logros deportivos conquistados arriba del cuadrilátero, a lo largo de 25 años, son extraordinarios: tuvo 115 peleas, con 107 triunfos, seis derrotas y dos empates; fue campeón en cuatro oportunidades en tres divisiones diferentes (superpluma, ligero y superligero), se mantuvo invicto en 89 peleas, para ostentar un récord difícil de igualar, sobre todo considerando que, en la actualidad, los consagrados sólo llegan a sumarentre 50 y 60 peleas profesionales. La vida del gran César en el ring fue tremendamente exitosa; sus peleas paralizaron México, y aficionados, amantes del boxeo y algunos no tan seguidores de este deporte, si peleaba JC, veían su pelea; esas noches de gloria deportiva se convirtieron en fiesta nacional, como cuando venció a su rival más mediático: el puertorriqueño Héctor El Macho Camacho; ni qué decir cuando impuso un récord de asistencia en el Estadio Azteca y 132 mil 274 personas estuvieron presentes para verlo triunfar. Es así como El César no sólo se convirtió en ídolo de México, sino también era el gran inspirador para pensar que todo es posible y que podemos tenerlo todo: fama, dinero, mujeres, gloria, y ser prácticamente inmortales. Es ahí donde precisamente surge el gran conflicto para Julio César Chávez; el niño que vino desde abajo, el que se convirtió en héroe y orgullo nacional, ahora peleaba consigo mismo. El ídolo no pudo vencer al hombre y Chávez cayó en los excesos de vida alegre; mujeres, alcohol, drogas y gastos desenfrenados lo llevaron prácticamente a la muerte, y ahí es donde Julio se levantó de la lona (literalmente) para vencer a la terrible enfermedad en la que había caído, su adicción a las drogas (alcohol y cocaína) fue vencida. Hoy Julio César está limpio (lleva así más de cinco años), y además cumple con una labor social vital: ayuda a los que, como él, cayeron en las drogas, sirve de inspiración para rehabilitarlos y ayudarlos médicamente a recuperarse físicamente en las clínicas que ha instalado, por lo pronto en Culiacán y Tijuana. La vida de Chávez es fascinante y ahora, a través de la televisión abierta (Azteca Uno), se transmitirá contada por él mismo, con todos su conflictos; la serie titulada: El César, arranca el 12 de febrero con una producción en la que no se escatimó en ningún renglón, y la actuación de Armando Hernández, quien interpreta al gran campeón mexicano, es magistral. El César, simplemente imperdible.