Uno de los discursos que más ha lastimado la convivencia social en México es el de la desigualdad. Cientos de artículos y encabezados de periódicos se dedican cada año a hablar de este fenómeno, dando por hecho que se trata de un enemigo público a vencer. El propio gobierno no ha logrado resolver concluyentemente su discurso al respecto con tanto programa social que administran la Sedesol y otras instancias.
La desigualdad se ha convertido en el Kraken que habita en el fondo de la conciencia colectiva nacional, y de alguna forma casi todo mexicano se siente obligado a hacer algo para erradicarla. El concepto de desigualdad en México es utilizado a placer por políticos y estudiosos de la pobreza, cuyo negocio es lograr el mayor número de encabezados sobre su perenne existencia. El resultado es una nebulosa idea compartida por millones, quienes no saben bien a bien con qué desigualdad quieren terminar ni por qué. Simplemente les suena bien que todos deberíamos ser “iguales”.
Pero esto no es cierto. La desigualdad en México es un mito y, la lucha en su contra, una fantasía onírica que cada seis años es envuelta con un moño para que votemos por el personaje que aparentemente tiene un as bajo la manga para finalizarla.
Una forma alternativa de analizar este tema, más allá de los discursos políticamente correctos que quieren uniformar su comprensión, es ver el resultado del Social Progress Index que publica con regularidad la organización Social Progress Imperative. En él, México clasifica en el lugar 48 de 128 naciones, y es catalogado como un país con progreso social “medio-avanzado”, similar a países como Turquía, Tailandia, Colombia, Rusia o Sudáfrica. Ahí, nuestro país califica alto en los satisfactores básicos, bien en los fundamentos para el bienestar, y con deficiencias en la capacidad de la gente de aprovechar oportunidades.
Otros índices han cobrado también importancia en los últimos años, como el Legatum Prosperity Index, en el que México aparece en el lugar 61 de 149 países evaluados.
Si bien combatir la desigualdad es una idea que a muchas personas les genera fascinación, pocos recapacitan que perseguirla a toda costa es un proceso que castiga las libertades individuales y que premia al holgazán en detrimento de los méritos y del esfuerzo. Los políticos lucran siempre con ello. Eso sí, poner un piso parejo para que las oportunidades florezcan por igual es altamente deseable, porque así emergen emprendimientos y despierta la innovación.
Pero la igualdad como consigna es tan perniciosa como quienes dicen tener la llave mágica para logarla. Cuidado.
VIVIENDA: Hay DINERO
La próxima semana cierra la convocatoria de la Conavi de Jorge Wolpert y el Conacyt de Enrique Cabrero para fondear proyectos innovadores en materia de financiamiento a la vivienda.
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