Por Ignorancia, miedo o convicción

Integrar a la ciudadanía en el acatamiento de una política pública o en el cumplimiento de las normas, es una tarea compleja. La ciudadanía para cumplir, responde a factores como el miedo o la convicción. A veces para incumplirla, también al desconocimiento. Miedo a la consecuencia por no pagar un impuesto, pasarse la luz roja del semáforo o delinquir. La convicción, pareciere requerir de un elemento más idealista donde el ciudadano conozca el fin al que apunta la política pública o persigue la norma y comulgue con ellos; el bien común o la solidaridad, por ejemplo. En cualquier caso, el resultado ante la desobediencia debe verse o palparse efectivamente. La sanción requiere no solo que esté prevista en la norma, sino que exista una institución que corrobore el no acatamiento y otra más que lo sancione. La convicción implica comunión. La adherencia civil a la política pública o a la norma conllevan que el ciudadano busque también lo que persiguen aquellas. Convicción proviene del latin convictio, que deriva a su vez del prefijo con (juntos, unión, igualdad) y de la palabra vincere, que significa vencer. Ahora bien, cuando hablamos del sufragio, el ciudadano se enfrenta a una disyuntiva parecida; votar o no votar, a diferencia de una norma coercible, no trae aparejada una sanción. Sin embargo, el ejercicio del voto se da en un contexto de ignorancia, miedo o castigo, o por convicción. No votar o votar en blanco, es hacer plausible el desinterés y la falta de involucramiento civil en los temas políticos. Es renunciar a sentirse parte del andamiaje democrático y aceptar que sea cual sea el resultado, él no tiene nada qué ver en ello o su participación no hace diferencia alguna. Quizás solo el votar en blanco deje el atisbo de un mensaje: aquí estoy y no opino. Votar por miedo o por castigo, implica rechazar una postura de manera antagónica, sin que necesariamente se esté convencido de una propuesta concreta. Es apuntar enfáticamente que un personaje o la plataforma política que lo arropa, no es la adecuada, sin importar que, el que resulte, lo sea o no. Es subrayar lo que se rechaza, más allá de lo que se quiere. Votar con convicción, es ejercer un derecho tras analizar la viabilidad e importancia de los temas y fórmulas de aquél que las propone. Es conocer, analizar, estudiar, sopesar, ponderar y decidir. No siempre con la certeza de que ese sea el único camino, pero sí de que, entre las ofrecidas, es la más viable y conveniente. En la medida en que la ciudadanía escuche enfrentamientos personales entre candidatos, viejas historias de supuestos no comprobados, retahíla de prioridades sin solución, etc. decidirá en torno a quién se defiende mejor, quién ataca de manera más certera, quién vilipendia mejor a su enemigo o quién vocifera mejor. Como ciudadanos, esperemos pronto que se materialicen las propuestas específicas, no grandilocuencias sin sustento que llevan al encono entre aspirantes. Con ello sabremos que nuestro voto busca hacer la diferencia. Por Sandro García–Rojas Castillo @GarciaRojasSan