En nuestro país, la construcción de una democracia ha resultado mucho más difícil de lo que pensamos. Pasaron más de 80 años, desde 1917 hasta 1997, para tener por primera vez un Congreso independiente y tardamos más de 70 años, entre la fundación del PRI en 1929 y la primera alternancia en la Presidencia de la República en el año 2000, para tener un presidente de otro partido. Esto quedó en la historia y sólo nos muestra lo difícil que ha sido construir en México un sistema democrático con auténtica división de poderes y la posibilidad de la alternancia política.
Lo preocupante ahora, en el objetivo de construir un sistema democrático, es la forma en que se dieron las nominaciones de los tres candidatos presidenciales. En los tres casos la nominación fue producto de una decisión cupular sin ninguna intervención ni opinión de las bases.
AMLO se erigió él mismo como candidato único. Morena no es un partido, es un instrumento político para llevarlo a la Presidencia de la República, por eso se salió del PRD, porque en ese partido tenía que negociar con las corrientes; en cambio en Morena, él es amo y señor, y su palabra es la última a la hora de elegir candidatos. Andrés tiene muchas virtudes, pero la democracia no es una de ellas. Está convencido que para llegar a la Presidencia y transformar al país, no importan los medios para lograrlo. Morena, en términos democráticos, se parece más al PRI que a un partido moderno de izquierda.
Anaya se adueñó del control del PAN con el objetivo de ser su candidato presidencial y no le preocupó traicionar a sus amigos y militan- tes, y provocar el sisma más profundo en su historia, con tal de lograr su objetivo. Dividió al PAN y para compensarlo logró una alianza con el PRD, partido que estaba en medio de una crisis terminal y la alianza le da nuevas esperanzas de vida.
El PAN y el PRD, que presumían de ser democráticos en la elección de sus candidatos, se disciplinaron a las ambiciones de Anaya y lo designaron. Después de esta elección, ganen o pierdan, PAN y el PRD ya no serán los mismos y entrarán en una crisis de identidad.
Del PRI hay poco que decir, finalmente actuó como siempre, fue el presidente Peña el que impuso al candidato y a todo el equipo de campaña. La decisión fue aún más obvia, ya que el candidato no es militante del PRI. Los priistas se van a disciplinar como siempre, para ellos el único objetivo es ganar sin importar cómo. Los aspirantes son producto de imposiciones. Durante las campañas hablarán de democracia, pero ninguno podrá explicar cómo fue designado. El problema en el último siglo es que queremos construir un sistema democrático sin demócratas. En el fondo a casi ningún político le importa la democracia y sólo hablan de ella siempre y cuando les beneficie. Ésta es la historia del país, la democracia es sólo importante si uno gana, se vale todo, des- de la imposición de candidatos hasta el fraude electoral.
ASPIRANTE INDEPENDIENTE A MIGUEL HIDALGO