La cita anual en la cancillería

En la era del tiempo real y de la exigencia de atender ciclos mediáticos de 24 horas, los siete días de la semana, ninguna institución descansa. Los ministerios de relaciones exteriores no son la excepción y quizá, desde las épocas de la diplomacia con salvoconductos e instrucciones, vía el barco de vapor, nunca han reposado. Sus jurisdicciones abarcan el mundo entero y por ello, las cancillerías no paran. No obstante, esta obvia realidad no impide que, para el caso de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, se identifique una fecha de arranque del año calendario y ésta es la reunión anual de embajadores y cónsules (REC) que se celebra durante los primeros días de enero. La reunión de 2018 concluyó la semana pasada. Se trató de su vigésima novena edición, la segunda que brillantemente encabezó el canciller Luis Videgaray y la última del gobierno en turno. Durante seis días, los representantes del Estado mexicano en el exterior se reunieron para revisar las prioridades, los retos de la política exterior y recibir del secretario Videgaray y del presidente Peña Nieto, las directrices de cómo deberán instrumentar la política exterior de México en un año en que el sistema internacional transita hacia un notorio reacomodo y la incertidumbre frente a la relación bilateral más importante de México, no cesa de caracterizarla. Desde que el ex secretario Fernando Solana creó la REC, hace casi tres décadas, cada canciller le imprime un sello particular, pero comparto dos reflexiones generales sobre la importancia de continuar su institucionalización: Es complejo catalogar a la REC como una política pública. Sin embargo, es una metodología útil para el quehacer diplomático. La reunión ofrece mayor cercanía a los embajadores y cónsules con el propio canciller, con el cuerpo directivo de la Secretaría e incluso entre ellos mismos para identificar retos comunes e intercambiar soluciones eficientes y buenas prácticas. La tabula rasa no existe en política exterior. Cada reto y coyuntura es diferente y requiere una solución y narrativa ad hoc, pero existen tendencias y patrones de conducta de los países sede o bien, de las entidades federativas y de autoridades locales (para el caso de nuestra red consular en EU), que permiten sentar precedentes y sobre ellos, construir medidas o política pública a la medida. Más relevante aún es el hecho que la reunión genera –aunque breve—, un espacio para hacer prospectiva y diseñar, en la medida de lo posible “diplomacias preventivas” para estar lo mejor preparados en años que como 2018 y en palabras textuales del canciller Videgaray: “Indudablemente se va a hablar mucho de México, se va a hablar por la redefinición de nuestra relación con Estados Unidos y por nuestro proceso político o por los hechos que acontecen en una nación importante y grande para el mundo como lo es México”. La participación siempre notable de los miembros del gabinete reitera la transversalidad de la política exterior. Fuera del territorio nacional, el embajador y el cónsul representan al gobierno y al Estado mexicanos y se requiere explicar y defender la razón de ser de los principales ejes de acción de casi todas las trincheras del Ejecutivo. En representaciones como la embajada de México en Washington o, bien, en la Misión ante la Organización de las Naciones Unidas, el titular tiene que estar el día de lo que la administración ejecuta en temas tan variados y distintos que pasan desde los esfuerzos de México en la lucha contra el crimen transnacional organizado; nuestra posición frente a la recién adoptada reforma fiscal estadounidense hasta el rescate de la vaquita marina. Las explicaciones, los mensajes e instrucciones de los secretarios y miembros del gabinete ampliado son cruciales para el posicionamiento y la defensa oportuna de México en el mundo, pero ante todo, en aras de que nuestro país continúe contribuyendo en la perenne construcción del sistema normativo internacional. La cita anual en la cancillería va más allá de un mero convivio y una pasarela política. Es un mecanismo valioso que asiste a la política exterior mexicana para que ésta sea cada vez más congruente, consistente y genere la autocapacidad de renovarse frente a los cambios siempre vertiginosos que surgen en el tablero mundial. Instemos a que se preserve en los gobiernos venideros.