En los últimos meses ha estado ocurriendo un factor contradictorio en la psicología del mexicano: su optimismo se ha acrecentado a pesar de que el deterioro de su bolsillo y la percepción de inseguridad van en aumento.
Desde 2016, el índice que mide la confianza del consumidor se había mantenido en descenso. Sin embargo, al iniciar 2017 se profundizó su desplome y en enero de ese año, hace exactamente doce meses, se ubicó en 68.5 puntos, su nivel históricamente más bajo. En términos porcentuales, esto implicó un descenso anual de -26%, la caída de mayor magnitud desde que se mide esta variable.
Las causas son claramente identificables: el gasolinazo y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, lo cual impactó en el ánimo nacional por su discurso antimexicano y racista, que incluía fuertes amenazas como levantar el muro, desmantelar el TLCAN, gravar las remesas que mandan los migrantes y castigar a las empresas que decidieran “llevarse” los empleos de los estadounidenses a México. Todo ello afectó fuertemente al tipo de cambio y las expectativas económicas.
Sin embargo, pasó el año y las amenazas no se materializaron. El optimismo del consumidor se fue recuperando paulatinamente en los últimos cinco meses del 2017 y el índice de confianza cerró el año en 88.6 puntos, casi 30% por arriba de lo registrado en enero.
Dicen que un pesimista es un optimista bien informado. Por eso soprende tanto que el optimismo persista, a pesar de la información tan negativa: la inflación se ubicó en 6.8%, la más alta en 17 años, y que productos como el gas subieron más de 40%, apretando aún más los bolsillos de los mexicanos. También resulta paradójica la confianza del consumidor si se considera que la delincuencia fue en ascenso y que en 2017 se contabilizaron 37,527 homicidios, cifra que superó el máximo histórico de 34,264 registrado en 2011.
Este optimismo contrasta con la incertidumbre que se vislumbra para este 2018 con elecciones presidenciales, que se prevé serán muy cerradas, y por la amenaza de la salida de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Todos deseamos que esta mejora en el ánimo de los mexicanos sea prolongada y que la realidad la respalde este y los próximos años. Pero eso no pasará por arte de magia. Es necesario que los aspirantes a la Presidencia ofrezcan una plataforma de propuestas realizables que lleven a mejorar la confianza del consumidor, así como la confianza de los empresarios y de la sociedad en general. Ocurrencias como acabar la corrupción solo con sentarse en la silla presidencial, negociar con la delincuencia como si el crimen organizado fuera una empresa racional, “hacer entrar en razón” a Trump con sólo desearlo, regalar dinero a todos los mexicanos o apostar por la continuidad de un gobierno de simulación y corrupción no son el camino.
Luchar por la vigencia del Estado de Derecho, invertir en la gente a través de la salud y educación, impulsar el desarrollo de infraestructura y construir un gobierno eficiente, honesto y con instituciones de justicia funcionales son las propuestas que nos gustaría escuchar en todos los candidatos para darle certeza a empresarios y ciudadanos de que el optimismo está bien fundamentado.
ECONOMISTA Y ESPECIALISTA EN POLÍTICA PÚBLICA