El Presidente en campaña

Ayer los portales de los periódicos más importantes del país pusieron hasta arriba una misma noticia: el presidente Peña Nieto aseguraba que “no puede haber perdón ni olvido”. Le contestaba así a Andrés Manuel López Obrador, aspirante del Movimiento Regeneración Nacional a la presidencia de la república, quien a final del año pasado en el estado de Guerrero, propuso lo siguiente: “decretar una amnistía, escuchando también a las víctimas”. El crimen organizado cobró 198 vidas el pasado octubre, el segundo estado en homicidio doloso, según el Observatorio Ciudadano. Nada menos que allí tuvo el tino de decirlo López Obrador. Aunque ya toda la caballería del PRI se había dedicado a hacer leña de las declaraciones de AMLO, este es, oficialmente, el comienzo de las participaciones públicas del presidente de la república, en una campaña presidencial en la que no debería meterse. No debería por al menos tres razones: desbalancea la equidad de las campañas (pequeño gran defecto de las democracias americanas), no es ético –si acaso le importa– y por último, quizá queriendo despreciar los dichos de AMLO le está dando una importancia sin igual. ¿Desde cuándo el presidente debate, aunque sea de manera indirecta, con el candidato de un partido opositor? Desde que la política parece haberse convertido en un reality show, un lugar donde los participantes parecen hoy más preocupados por ganarse la simpatía del público (los votantes) que por la eficiencia, la excelencia, lo asertivo de sus propuestas, su capacidad. Pero claro que para eso deberían, precisamente, despertar simpatía. Nada más lejos de la realidad de la clase política. ¿Alguien se imagina un escenario en el que los políticos mexicanos compitieran, por ejemplo, como los deportistas del programa Exatlón de Azteca 7? Por cierto, para que tengan una dimensión de la diferencia, apenas este domingo, Exatlón  fue visto por casi trece millones y medio de personas, según datos de Nielsen-Ibope. Un récord. Échenle un ojo. Pero… ¿cuáles son los nombres de nuestros políticos que podrían lograr semejante interés de la población? ¿Quiénes conseguirían ese nivel de identificación? ¿Cuántos de ellos serían capaces de trabajar en equipo? Mucho que aprender del mundo de los deportes. En cambio, la competencia de nuestros políticos se ha frivolizado de una manera que resulta insultante para quienes tenemos que ir a las urnas a mitad de año. Parece mentira que ninguno de los que pelearán en serio por la presidencia sean capaces de explicar, contundentemente, qué haría con un país cuya población crece más rápido que  el tamaño de su economía. Y definitivamente por debajo de lo que debería, si pretende permanecer entre los miembros de la Organización para la Cooperación de Desarrollo Económico. Ellos, en cambio, son buenísimos hablando mal de sus adversarios; como si con eso bastara para dirigir un país. Así de sencillo.   asidesencillo@yahoo.com @gabrielbauducco