Comercio internacional y política doméstica

Con todo el ruido que acompaña la renegociación del TLCAN y los temores sobre una guerra comercial entre Estados Unidos y China, es fácil olvidar que esos temas, son por ahora, meras cuestiones colaterales en el debate político doméstico estadounidense. En alguna medida, el nacionalismo rígido, con ribetes tan xenofóbicos como proteccionistas, tan antimigrante como promotor de una visión mercantil de las relaciones internacionales definió la campaña electoral del ahora presidente Donald Trump, que a lo largo de su primer año de gobierno ha buscado, sobre todo, la cercanía con su base política. La actitud de Trump está determinada en parte por la ciega lealtad de sus partidarios y el enconado rechazo de sus críticos. Mantiene la aprobación de la gran mayoría de los republicanos, pero la antipatía de la mayoría de los demócratas y los independientes. En ese marco llega al primer año de su gobierno. Es el momento en que los mandatarios no sólo presentan sus logros si no redefinen políticas. Y es el momento en que algunos esperan que Trump detalle sus políticas sobre comercio, especialmente en lo que respecta a China. Aun cuando el TLCAN tiene implicaciones de todo tipo y un enorme simbolismo por haber sido el primero y más grande de su tipo específico, el blanco real es China: no sólo es un competidor emergente, sino uno al que se acusa de prácticas injustas, incluso apropiación indebida de propiedad intelectual. Algunos, los más optimistas, creen que en esas condiciones Trump buscará mantener presión sobre sus contrapartes en la renegociación del TLCAN, pero no su disolución. Para Mike Allen, en Axios, Trump tiene una visión menos negativa del TLCAN, debido a factores como la impresión de que el retiro puede ser más dañino que beneficioso, especialmente luego de que gobernadores estatales y legisladores le han expresado su preocupación por el impacto en sus entornos, y el impacto negativo que tendría sobre los mercados de valores. Pero al mismo tiempo, las actuales negociaciones alrededor del TLCAN no salieron de un consenso de los tres países sobre la necesidad de actualizar un acuerdo que es de hecho el punto de comparación de todos los desarrollados después. La renegociación fue obligada por una promesa de Trump a sus partidarios, a los que ofreció eliminar las condiciones que llevan a que otros países, como China y México, tengan superávits comerciales en su relación bilateral con EU. De acuerdo con Cameron Munter, presidente del East-West Institute, aunque Trump "puede calcular que otros países necesitan a EU más de lo que EU los necesita, este desequilibrio no es su principal objetivo". "El Presidente subraya que las promesas que hizo durante su campaña de 2016 son promesas para los estadounidenses, no para los extranjeros", escribió Munter en un texto para la empresa de análisis Stratfor.