El 'dream team” hace agua

A un mes del inicio de la precampaña del abanderado del tricolor a la Presidencia de la República, los malosos del PRI afirman que tanto José Antonio Meade como su equipo “está haciendo agua por todos lados”. No hay estrategia, reaccionan a las descalificaciones; creen que con el discurso del miedo – en el que afirman que si gana la oposición al país se lo va a llevar la tristeza— van a ganar de calle.  Incluso comparan a Meade con Francisco Labastida Ochoa, lo que es realmente preocupante. Vemos a un “Pepe Toño” apocado, apagado y opacado; debilucho, sin carácter político, con un discurso trillado, sin fuerza en las palabras. Hace exactamente 18 años, cuando el PRI estaba en riesgo de perder la elección del 2000, Labastida Ochoa enfrentaba una situación similar a la que hoy vive Meade. Su campaña no levantaba, a pesar de que contaba con buenos “truchimanes” y con todo el billete del mundo. Terminaba el mes de enero y tanto priistas como observadores políticos se preguntaban: ¿Qué le pasa al candidato del PRI?  ¿Por qué su campaña no levanta? ¿Por qué si en su vida pública (gobernador, secretario de Estado tres veces y embajador) demostró que sabe administrar, durante la precampaña no ha podido convencer a la sociedad mexicana de que es mejor que sus contrincantes? ¿Será que sus equipos están más preocupados por consolidar sus posiciones políticas que en ayudarle? Analistas, estudiosos de la ciencia política y asesores del candidato oficial del tricolor, llegaron a la conclusión de que los culpables de que Labastida proyectara todos esos defectos, fallas, torpezas, resbalones… eran los integrantes de su “dream team”, en el que había dos bandos: Uno encabezado por Esteban Moctezuma que se reunía, todos los días a las siete de la mañana, para examinar el temario que se le daba al candidato. Dos horas más tarde, el mismo equipo sesionaba con los "grupos de enfoque", en donde intervenían representantes de los diversos estratos (intelectuales, financieros, banqueros, empresarios, economistas, sociólogos, policías, etcétera), quienes comentaban, opinaban, criticaban, preguntaban sus dudas...  Posteriormente, el documento que elaboraban se lo pasaban a Esteban y a sus más cercanos colaboradores, quienes juzgaban, analizaban y después concluían que no les convenían los planteamientos porque ellos tenían otros intereses. Intereses políticos, pues. El otro equipo de campaña lo encabezaba Emilio Gamboa, integrado por una buena cantidad de truchimanes. Sin embargo, Esteban, quien se las daba del gran operador, ni lo “pelaba”. El equipito de Esteban era "compacto, pero muy caro", no sólo económica, sino políticamente, porque varios de sus integrantes se habían destacado por cobrar "facturas gordas" (de toto tipo). Emilio, por su parte tenía algo así como un "ejército" de fieles colaboradores a quienes no necesariamente les pagaba, ni siquiera políticamente, ya fuera porque le debían algunos "favorcitos', o porque aquellos creían que podían llegar muy lejos si ganaba Labastida, y ayudarlos. Dicen los que saben que en el “dream team” de José Antonio Meade se vive una situación similar a la de hace 18 años. ¿Será?   Columna anterior: Las cuentas de Osorio Chong