Misión (casi) imposble

Días complicados para la precampaña presidencial de la coalición PRI-PVEM-PANAL. Además del rechazo del INE a la denominación “Meade ciudadano por México”, la sombra de los exgobernadores Duarte ha puesto de relieve la (casi) imposible misión de generar una narrativa coherente y creíble. Ciertamente, existen dificultades de origen. Si bien hay muchos factores que inciden en una campaña, al menos dos son esenciales para el éxito de la misma: identificar el electorado-objetivo y lograr un discurso efectivo. La pasada elección norteamericana sirve de ejemplo. En el primer caso, a diferencia de su oponente, Trump identificó el segmento de votantes inconformes, enojados con las políticas demócratas y resentidos por el empoderamiento de las minorías representadas por Obama. En contraste, aquí se espera que el apartidista Meade convenza a la militancia priista, a los panistas anti-Anaya, a los anti-AMLO y a los ciudadanos desencantados con los partidos políticos. Nada más. Obviamente, por más afable y bien intencionado que sea el personaje, no hay manera de caerle bien a todos. Esquizofrenia pura. En el tema del discurso, nuevamente el caso de Estados Unidos es ilustrativo. Mientras Hillary Clinton ofrecía sensatez y continuidad, el candidato republicano concentró baterías en exacerbar el enojo y resentimiento de sus seguidores, identificó a los “culpables” del desempleo, la violencia y las drogas (el sistema, la globalización, China, y México) y prometió revancha y castigo. Contra todo pronóstico, el magnate conectó con su electorado. De este lado, corrupción e impunidad son los temas que más indignan a la sociedad. Y aunque el lodazal alcanza a políticos y partidos de todos colores, el lastre de los exgobernadores priistas es abrumador. Y el problema es para el ciudadano Meade, no por su trayectoria personal, sino por los malabares que tiene que hacer para denunciar los abusos sin comprometer los apoyos que necesita. Basta ver sus declaraciones esta semana en Veracruz, cuando en el mismo evento lamenta la “traición” del exgobernador Javier Duarte y alaba al líder petrolero Romero Deschamps ahí presente. O la comedia de enredos desatada para descalificar al actual gobernador de Chihuahua que está investigando las trapacerías de su antecesor, el otro Duarte. Previsiblemente, la ambigüedad golpea directamente la credibilidad del candidato. Y lejos de conectar, el funcionario probo se está alejando de los ciudadanos.   *** Al cumplirse un año de la administración Trump, se publica el libro Fuego y Furia del periodista Michael Wolff. Sin valor literario, el texto confirma el caos y la improvisación imperantes en la Casa Blanca, así como la ignorancia, incapacidad y vulgaridad de quien la encabeza. La lección a retener es lo que puede suceder cuando la gente vota desde el enojo y la frustración.   Columna anterior: Fin de año