Conforme avanzan los tiempos del proceso electoral se va aclarando quiénes son los que aspiran a conducir al país contendiendo por la Presidencia de la República. Y es muy claro que hay dos bandos, el de los candidatos de los partidos y el de los candidatos ciudadanos. Gracias a las campañas adelantadas, digo a las campañas disfrazadas de precampañas de los partidos, los candidatos, perdón otra vez, los aspirantes de los partidos, ahora coaliciones porque por separado no son capaces de ganar una elección, van mostrando con mucho tiempo de anticipación sus verdaderas prendas, y al ritmo que van, seguramente llegarán muy desgastados, desvestidos y desenmascarados a la lección.
Los candidatos de cada bando van exhibiendo su perfil y personalidad real, en el de los partidos el rasgo principal es el escándalo y protagonismo provenientes de la corrupción y su autoritarismo en el que han estado envueltos, esa es la imagen que ya proyectan José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya Cortés.
A lo largo de la campaña al candidato del PRI lo perseguirá el fantasma de su participación en los movimientos de recursos y decisiones que se tomaron en la Secretaría de Hacienda relacionados con el financiamiento de las campañas del PRI, a partir de aportaciones que habrían hecho algunos ex gobernadores que están en prisión o proceso judicial, a las campañas de su partido sobretodo desde el proceso electoral del 2012 para la Presidencia de la República. Tal vez nunca se sepa cuántos recursos se desviaron de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo, pero con los indicios que han salido a la luz habrían sido millonarios. Además le pesará su participación en el impulso a los gasolinazos como política para la recaudación de impuestos con el prejuicio que ello conlleva a la población. No podrá negar que es el candidato de la corrupción.
En tanto que el candidato de la coalición Juntos haremos historia, Andrés Manuel López Obrador, continúa dando sus bandazos y exhibiendo su enredijo de propuestas como la de buscar perdonar a los delincuentes para pacificar al país. Este personaje sigue haciendo tramposamente campaña abierta sin ser sancionado por el Instituto Nacional Electoral, utilizando recursos públicos y sin reportar de dónde obtiene otra buena cantidad para financiar sus actividades desde hace 18 años, además, como dueño de Morena, anda repartiendo candidaturas a diestra y siniestra en actos proselitistas, a las que muchos de sus seguidores se oponen. Es el candidato de las ocurrencias y de la dictadura.
En lo que respecta al candidato de la coalición Por México al frente, Ricardo Anaya, sigue dando muestras de cómo su aspiración se convirtió en una ambición autoritaria irrefrenable por la que no le importó pasar por encima de principios y estatutos, utilizando escandalosamente recursos públicos para impulsar su proyecto personal de convertirse en candidato a la presidencia, lo que le está haciendo ganar la imagen del candidato incoherente. Coincido con Javier Lozano en que el PAN perdió el rumbo y en que Anaya puede ser más peligroso que López Obrador.
Estos son los candidatos del régimen de partidos en crisis interna de principios y de credibilidad en el país, de ahí que haya sido posible la coalición del PRD con el PAN, de la izquierda con la derecha cuando sus orígenes y razón de ser es el de ser uno contraparte del otro y que en el PRI hayan optado por un candidato no militante dado el rechazo en todo el país a lo que huela a priismo y que a Morena nadie en sano juicio lo considere un partido.
Diacrítico: Lo único bueno de este panorama de los candidatos de los partidos es que se va aclarando que la ruta a seguir el país para el día de la elección es la de la candidatura ciudadana independiente.
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