México, cementerio infantil

Erick tenía seis años cuando fue acribillado en Jiutepec, Morelos. Su hermana Aní Nicole había cumplido un año y medio. Su respiración se detuvo casi al mismo tiempo que la de su padre, cuyo cuerpo quedó tendido, la cabeza agujereada sobre el respaldo del asiento del piloto, en el carro viejo donde viajaban con otros seis familiares. Las crónicas periodísticas relatan que la familia volvía de un juzgado donde el padre firmaba su libertad condicional, por un delito de portación de armas. Les dispararon desde una camioneta sin placas. Un comando armado, un ajuste de cuentas, un padre con antecedentes de delitos, especuló la prensa. Dos niños muertos, dos niños que ni siquiera habían conocido la escuela primaria. Medio año antes, la medianoche había caído sobre Villa de los Milagros, en Hidalgo. La familia celebraba una fiesta. Cuando llegó el comando, cuatro niños corrieron a las casas vecinas y lograron salvarse. A los otros dos, les cortaron el cuerpo con navajas. Los reportes de prensa no detallaron siquiera sus nombres, ni sus edades. El fiscal declaró que se trataba de un “ajuste de cuentas”, porque quienes vivían en la casa tenían antecedentes penales. Un mes antes, otro comando asesinó a otra familia, en Guerrero. Entre las víctimas, un bebé de cuatro meses. Las autoridades dijeron que era un comando de una policía local, un ajuste de cuentas. Las notas no revelan su nombre ni su sexo. Unos días antes de esta masacre, la prensa destacaba en páginas interiores cómo las balas atravesaron los cuerpos de Daniel, de cinco años, Ángel, de cuatro, Joselín, de tres, y Guadalupe, de seis, en Coatzacoalcos, al sur de Veracruz. Cuando llegó el comando, los niños veían la televisión en la casa que rentaba su padre, un taxista local. El gobernador dijo que era un ajuste de cuentas. A estas muertes se suman las de Joshcar, Mateo, Miguel Ángel y al menos otra docena de niños cosidos a golpes por sus padres o padrastros en distintos estados de México, que registró la prensa durante 2017. A los miles de asesinatos de menores se suma, también, la epidemia de seis mil niños desaparecidos, contados ya en las estadísticas oficiales. Muchos de estos casos han sido reseñados brevemente en la prensa local. Otros han sido incluidos en los informes La Infancia Cuenta, de la Red por los derechos de la Infancia en México. Pero no hay visiblemente un seguimiento social, una pregunta extendida que cuestione esta barbarie particular, dentro de la gran barbarie que es la guerra contra el narco en México. ¿Por qué el narco está matando niños en México, por qué y cuándo se superó la barrera de respetar la infancia, aún en los modos de la mafia? ¿Qué sociedad considera esta masacre como un problema más, dentro de los grandes problemas? ¿Qué sociedad pone un tema como este en la lista de pendientes, como un desagregado en las listas de muertos en Excel, como una parte más de la estadística?   Columna anterior: México, cementerio infantil