Recientemente han surgido numerosas menciones en diferentes fuentes para hablar mal del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), a propósito de la precandidatura de José Antonio Meade a la presidencia. Argumentan que el ITAM es, en cierta medida, el origen de un modelo económico perverso en el que México vive desde los noventa. En sus críticas incluyen al principal patrono del ITAM, Alberto Baillères.
Hay tres consideraciones relevantes referentes a estos ataques. La primera: tienen una motivación política. Quienes denuestan al ITAM no eligieron sino este año electoral para su perverso ejercicio. Sus argumentos carecen de sustento. Se limitan a decir que quienes estudiaron ahí son responsables de la pobreza o del magro crecimiento. La segunda: varias de estas menciones las viralizan los robots en las redes sociales, y provienen de soldados de guerras sucias que suelen asociarse con las ideas de AMLO (conocidos como “pejezombies”). La tercera: no proponen un modelo alternativo de organización económica y, son tan inconsistentes, que hasta defienden el TLCAN.
El ataque a las personas con sólida preparación técnica en diferentes instituciones es algo que se intensificará en 2018. No solo el ITAM es atacado, pero sí la línea que muchos de sus ex alumnos decidimos seguir para buscar algún posgrado en el extranjero. Un ejercicio muy triste que se inscribe en esta lógica es el que recién publicó Dolia Estévez, quien hace unos días afirmó que la tesis doctoral de José Antonio Meade en la Universidad de Yale es “intrascendente para México”, y afirma que “no es totalmente original”, en un dislate mayúsculo que refleja la ignorancia de quien desconoce el funcionamiento del sistema de referencias y lecturas ciegas con el que opera la construcción de argumentos académicos en las ciencias sociales.
En los países desarrollados las personas con sólida formación técnica son altamente apreciadas. No suele cuestionarse, por ejemplo, donde estudiaron los presidentes de la Reserva Federal o los banqueros centrales de Japón, Reino Unido o Europa. Pero en México es distinto, y aunque muchos de los economistas que han trabajado en la Secretaría de Hacienda (como José Antonio Meade) o el Banco de México se formaron bajo los mismos principios y en las mismas instituciones que sus colegas extranjeros, aquí sí son sujetos de un constante ataque. Es una verdadera tristeza.
Inflación: Lecciones
A nadie le gusta ya una inflación de 6.77%, como la reportada ayer para 2017. El disgusto social refleja el éxito de Banxico y Hacienda, que nos acostumbraron a una estabilidad macroeconómica permanente. Paradojas: hoy los “pejezombies” atacan a los técnicos que lograron controlar el barco económico que los políticos de los ochenta perdían en altamar. Y por eso extrañan a AMLO…
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