La crisis coreana, reconocer a NorCorea como jugador...

¿Qué opciones tiene Donald Trump para enfrentar la actual crisis con Corea del Norte? No muchas, la verdad, y en parte es su propia culpa. Durante su campaña presidencial, Trump prometió limitar los compromisos militares estadounidenses en el mundo. No ha podido ni podrá hacerlo: hay una historia detrás de cada uno de ellos. Y ése es el caso de la península de Corea, donde Estados Unidos, China y Rusia tienen, o creen tener, intereses geopolíticos directos y existe un delicado balance. La península coreana fue artificialmente dividida al final de la II Guerra Mundial, se libró una guerra que técnicamente aún existe y la reunificación es un leit motif para muchos coreanos, pero el norte aún se impone a toda consideración. El gobierno de Corea del Norte es encabezado por la tercera generación de la familia Kim: el fundador Kim Il- Sung, su hijo Kim Jong-Il y su nieto y actual presidente, Kim Jong-Un, crearon una dinastía que desde la creación de Corea del Norte hace 70 años ha hecho todo y recurrido a todo para hacer de su país una potencia con ellos al frente. En el camino han chantajeado a sus "primos" sudcoreanos con el hambre de los norcoreanos y entrado en una guerra de provocaciones en la que la estridencia de su propaganda sonaba hueca. Las pruebas de proyectiles balísticos y artefactos nucleares dan una nueva dimensión al conflicto político en la península, y crean problemas a rusos, chinos y estadounidenses, pero sobre todo a éstos. Lo que no está claro es lo que persigue el gobierno norcoreano. ¿Simplemente una capacidad de disuasión y asegurar su existencia? Por lo pronto, no ha  incrementado el nivel de confianza entre los gobiernos de EU y Corea del Sur: Trump se comunicó con su colega sudcoreano, Moon Jae-In, sino días después de iniciado el problema y luego de hablar con el premier japonés Shinzo Abe, otro interesado en la crisis. Para China y Rusia, la existencia de Corea del Norte es importante porque evita que Estados Unidos "cierre" su cerco sobre la costa asiática del Pacífico. China no quiere tener un aliado estadounidense en una frontera que además comparte con Rusia. Pero los norcoreanos parecen confiar tan poco en el respaldo de sus vecinos que prefirieron tratar de convertirse en una potencia por derecho propio, para sentarse en la mesa de los niños grandes y al hacerlo, por los medios que hayan sido, complicar más una situación complicada per se. Las alternativas no parecen muchas. Evidentemente una acción militar no es aceptable, o cada vez menos viable, según expertos; la segunda alternativa sería darle a Norcorea el trato de potencia y una política como la habida durante la "Guerra Fría": aceptación de capacidad, contenimiento, disuasión. Trump trató de usar la relación económica para presionar a China para resolver el problema, pero los chinos afirman que las sanciones económicas sólo afectan al pueblo norcoreano, no a sus dirigentes ni a sus programas militares. En otras palabras, no hay muchas opciones.   Columna anterior: Con Donald Trump, el mensajero ahoga el mensaje