El huracán Harvey azoto a Texas, la semana pasada. El gobierno de México ofreció apoyo, incluyendo ayuda militar para llevar a cabo operaciones de rescate y asistencia humanitaria. La respuesta de aceptación ha sido tibia y poco coordinada. Mientras los burócratas se toman su tiempo a comodidad, las víctimas siguen sufriendo. Lo que queda claro es la necesidad de un mecanismo trilateral de apoyo mutuo que active y coordine las defensas conjuntas de la región de manera autónoma, para llegar lo más pronto posible a socorrer a la población civil.
Este escenario no es nuevo para México, sus Fuerzas Armadas tienen más de 50 años de operar en labores de asistencia a la población civil y es definitivamente en términos operativos su fuerte. México también ya ha llevado a cabo operaciones militares de asistencia humanitaria en Estados Unidos, habiendo desplazado un barco de guerra anfibia con helicópteros y vehículos blindados de la Armada de México a las costas de Mississippi así como cientos de tropas, vehículos, cocinas móviles y médicos a (la hermana república de) Texas tras el devastador huracán Katrina en 2005.
¿Porque ofrecer ayuda? Para hacer un análisis objetivo, olvidemos por un momento los lazos históricos, culturales, familiares, genéticos y geográficos, y centrémonos en la superficialidad de los números: México es por mucho, el principal socio comercial de Texas. En 2016, Texas exportó a Mexico 91,746 millones de dólares de productos; para tener un punto de comparación, el segundo socio comercial de la hermana república de Texas fue Canadá, quien le compró 19,960 millones y el tercero fue China, con 10,793 millones de dólares. Enfatizo el calificativo de “hermana” pues la población hispana es, a partir de 2016, mayoría en Texas. De acuerdo con las estadísticas del Departamento de Salud de Texas, los 11.77 millones de texanos anglosajones han sido ya superados por 11.80 millones de texanos hispanos. La mayoría preponderante es de origen mexicano.
Ahora alejémonos de Texas y situémonos en el contexto bilateral. Para tener una idea de la dimensión comercial, México le compró bienes por 118,800 millones de dólares a EU durante el primer semestre de 2017; esto es un poco menos de los 139,900 millones de dólares que le compró Canadá y el doble de los 59,200 millones de dólares que compró China. ¿Más claro? México le compra más a EU que Reino Unido, Japón, Alemania y Corea del Sur juntos.
En cambio, en el mismo periodo, Estados Unidos le compró a México 155,100 millones de dólares, lo que sitúa a México como el segundo proveedor más grande de Estados Unidos, después de China, a quien le compró 229,000 millones de dólares. Ahora hay un factor adicional y significante en término de números: la población de Estados Unidos es de 323 millones y la de México 127 millones de personas, es decir, 2.5 veces menor que la de EU; sin embargo, la supuesta “disparidad” en la balanza comercial no refleja esta diferencia. Si tomamos la suposición -altamente simplificada- de que las importaciones tienen como destino final el mercado doméstico de cada país, encontramos que México compró a EU en el primer semestre de 2017, 925 dólares por cada mexicano, mientras que EU compró a México 479 dólares por cada estadounidense. Ante tal discrepancia lineal, Estados Unidos debería de comprar a México 298,933 millones de dólares para obtener una balanza per cápita. Comparando, China compró 43 dólares de productos estadounidenses por cada chino y EU compró 708 dólares de productos chinos por cada estadounidense. Desde luego, repito, las relaciones comerciales internacionales son mucho más complejas y estas cifras sólo presentan un nivel de análisis superficial, pero digerible.
Por ello ofrecer y aceptar asistencia, incluyendo ayuda militar, debe de ser visto como de vital interés para fortalecer aún más la relación de dos naciones, cuyos destinos están entrelazados. El que la interdependencia le “moleste” a sectores racistas o nacionalistas en ambos lados de la frontera es irrelevante, pues los números hablan por sí solos. Con esta dimensión de interdependencia económica, el ofrecer (y aceptar) ayuda debería de ser un ejercicio casi inmediato.
La Cruz Roja Mexicana desplazó a un equipo de 33 voluntarios que trabajaran en los albergues de Houston y serán relevados cada 20 días por un nuevo grupo. Sin embargo, esta ayuda es independiente de la oferta del gobierno de México. El gobernador de Texas, Greg Abott, anunció que Texas aceptaría la ayuda mexicana, sin embargo, la aceptación final es decisión del gobierno federal de EU a través del Departamento de Estado.
Canadá también ofreció apoyo militar en la forma de helicópteros y aviones de carga, pues en estos momentos la logística es indispensable. Éste es un buen caso para crear un mecanismo trilateral que se accione de manera automática en respuesta a los embates de la naturaleza o a los desastres antropogénicos, para que las víctimas y los damnificados no tengan que esperar al capricho y el cálculo de los políticos.
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