Un alcalde de Yucatán al término de su mandato se llevó a casa un camión nuevo de la basura que el ayuntamiento acababa de comprar.
No se ría. Es verdad. El ejercicio de los presidentes municipales pasa, buena parte del tiempo, de noche ante los escándalos estatales o nacionales (uno tras otro) de abuso, impunidad y corrupción.
Si bien es cierto que el 80 por ciento de los recursos programados en la Ley de Egresos se etiqueta a las arcas del gobierno federal mientras a los estados se otorga el 16 por ciento y sólo el 4 por ciento a los municipios, estos últimos cargan sus propios impuestos a sus habitantes y empresas para subsistir. Su ejercicio, sin embargo, es todavía más opaco.
Un informe reciente de la OCDE dice: “los recursos públicos federales tienen un marco de regulación más estricto, mientras estados y municipios suelen hacer usos más discrecionales. Esto explica la resistencia de ayuntamientos y gobiernos estatales para asumir marcos de regulación siquiera equivalentes al federal”.
Además del caso del alcalde yucateco que se apropió del camión de la basura hay cientos de historias que parecen inverosímiles en los municipios del país y de las que no nos enteramos. Pero deberían captar nuestra atención para que discutamos el papel de la municipalidad. Estos son otros casos:
–El alcalde de un municipio de Sonora se auto-vendió a precio de ganga el palacio municipal pocos días antes del fin de su administración.
–Un par de hermanos en Veracruz se va turnando la presidencia municipal y sus fiestas de cumpleaños son amenizadas por los Tigres del Norte.
–Una alcaldesa de Hidalgo se incrementó el salario casi como el Presidente de la República.
–Un alcalde en el Estado de México tiene una colección de autos clásicos y último modelo.
–Un alcalde en Guerrero le halló el modo: tramita permisos para automóviles sin la factura de por medio para que puedan circular en cualquier parte del país.
–Otro alcalde que se siente el rey de Tlaxcala puede mandar a retener el tiempo necesario a músicos de Los Ángeles Azules para retratarse con ellos y después colgar la foto en su despacho.
Pueden hacerlo con total impunidad. Es claro que en los últimos 50 años el país ha cambiado, pero persiste la cultura de cacique en todos los niveles del país.
Diana Martínez, reportera de El Heraldo, nos cuenta la cruda historia de Ruth, una ex regidora a la que el presidente municipal de Tecamachalco en Puebla le destrozó la vida hasta hundirla en la depresión y a la que todavía en la desgracia la humilló pagándole su último salario en una bolsa de basura. Inés Saturnino López, nombre real no ficticio de alcalde, aún se placea sonriente y con aires de Mirrey en la entidad.
No es otra versión de la Ley de Herodes, es una realidad. Ocurre porque la impunidad también está en las alcaldías. Sino se hace nada la reelección va empeorar los abusos y violaciones. Obtuvieron los alcaldes nuevos derechos, pero no contrapesos.
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