Somalia y Jamaica son países que ni por asomo figuran entre las principales economías del mundo. Seguramente nunca lo harán. Por volumen del PIB, el país africano ocupa el lugar 152; la isla caribeña el 119. Son economías discretas, países con poblaciones pequeñas: Somalia 14.3 millones de habitantes y Jamaica 2.8. ¿Qué más tienen en común? Su presencia mundial gracias al atletismo.
El medio fondista Mo Farah y el velocista Usain Bolt se han encargado en la última década de que los nombres de sus países se repliquen, que sean una voz con eco que llegue a los confines. Antes, a través de los medios de información tradicionales; ahora, con las redes sociales, en tiempo real supimos que Farah se consagró como el mejor en los 10 mil metros y que Bolt es humano.
El Campeonato Mundial de Atletismo Londres 2017 nos enseña una vez más que a través del deporte es posible medir el músculo de los países. Es una historia sin fin. Los triunfos y derrotas no les pertenecen a los individuos. Si Mo Farah cruza la línea de meta en primer lugar, Somalia se encumbra. Si Usain Bolt inesperadamente se cuelga un bronce y no un oro, Jamaica entera lo llora.
Los magnos eventos deportivos tienen reyes y reinas, pero al mismo tiempo son enfrentamientos entre reinos, son un terreno en el que naciones todopoderosas pueden ser avasalladas por pequeñas islas del caribe como lo que ocurrió con Bolt y muchos de sus rivales durante años hasta que Justin Gatlin y Christian Coleman pudieron extender la bandera de los Estados Unidos y escuchar su himno nacional. Las medallas también son cuestión de orgullo nacional, de pundonor por alcanzar niveles que en otros aspectos —políticos, sociales, de salud, educación y hasta democracia— no hay manera de llegar.
Y también descubrimos que cuando un país no le da a un atleta lo suficiente para sobresalir en el Alto Rendimiento, adoptar una nación como segundo hogar es una opción. Mo Farah se convirtió en británico empujado por la necesidad de contar con los recursos necesarios para convertirse en el rey de los 10 mil metros.
México es la economía 14 del mundo con una población de 120 millones de habitantes. En el atletismo, la única vez que tuvimos un Mo Farah o un Usain Bolt fue con Ana Gabriela Guevara. París 2003: una medalla de oro inolvidable venciendo a las mejores corredoras en los 400 metros. Subcampeona olímpica en Atenas 2004. Guevara, la saeta sonorense, llevó la presencia de México por todo el mundo.
Bolt se despidió de las pistas con un bronce, pero como el velocista más rápido del mundo. Detrás de él, en las modestas pistas de Jamaica, hay incontables corredores que seguirán sus pasos. Quizá no correrán los 100 metros en un tiempo récord de 9.58 segundos. Tal vez no ganarán 11 medallas de oro en Mundiales ni otras ocho en Juegos Olímpicos, pero ellos seguirán llevando el nombre de la isla de Jamaica por todo el orbe.
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