Por: Homero Niño de Rivera V./Secretario del Ayuntamiento de San Pedro Garza, Nuevo León
Se ha hablado mucho sobre la crisis de las instituciones que hay en el mundo, sobre las tendencias contra lo establecido, contra la autoridad. Para explicarlo ponemos ejemplos como lo que pasa con los nuevos y los viejos partidos políticos en España, o Inglaterra con el Brexit, Trump en Estados Unidos, ahora Francia y Macron, la crisis política en Italia o el escándalo que hay, hoy en día, en Brasil.
Muchos simplifican el análisis y aseguran que en el mundo la política está en crisis, que los ciudadanos ya se cansaron de los políticos y por supuesto también de los partidos. Y así el presidente de Guatemala es ahora un comediante de la televisión, hace poco el candidato mas votado en Brasil fue un payaso que contendió para diputado, y el mayor movimiento político que hay hoy en Italia está dirigido también por un comediante famoso en aquel país.
Pero el prestigioso escritor y periodista Moisés Naím, en su libro El fin del poder, nos explica las razones que, para él, son la causa de que haya una degradación del poder en el mundo, que ha modificado la forma en que se obtiene el poder, se mantiene, se ejerce, se pierde. Nos dice, “el poder ya no es lo que era”.
Pero por supuesto que cuando habla del poder no se refiere solamente al poder político. Explica que esta crisis del poder ha venido creciendo con los años y toca a todos por igual. Todo aquél que ejerza poder ha venido perdiéndolo con el tiempo: las empresas, los ejércitos, las religiones, los sindicatos, los bancos, los partidos políticos, los organismos ciudadanos, los medios de comunicación, y claro, los gobiernos.
“El poder es hoy más fácil de obtener y, de hecho, en el mundo actual hay más personas que lo tienen. Pero sus horizontes se han contraído y, una vez obtenido, es más difícil de utilizar”, nos dice.
"Las barreras que protegen al poder se han debilitado a gran velocidad”, y explica la razón: la información, la movilidad, la salud, la educación, el crecimiento económico y también, sobre todo más recientemente, las nuevas tecnologías y la era digital.
Hoy en todo el mundo, a diferencia de hace años, estamos más educados, más sanos, más informados, nos movemos con más facilidad, vivimos más tiempo, sabemos más, habitamos centros urbanos. Son estos los cambios que han modificado, que han mermado a las instituciones.
“Los seres humanos gozan ahora de una vida más larga y más saludable que sus antepasados”, dice, “cuando las personas son más numerosas y viven vidas más plenas, se vuelven más difíciles de regular, dominar y controlar”.
Vale mucho la pena leer este libro para entender qué está pasando en el mundo con estas crisis y quizás de esta manera comenzar a hallar soluciones. Porque no sabemos si ya tocamos fondo o falta que lleguemos todavía al extremo.
Hay que entender la impaciencia, esa pérdida de confianza, esa desesperación que hace incluso llegar al extremo de preferir a un payaso, literalmente, mientras sea para ir en contra de lo establecido. Todo lo que sea institución o autoridad, genera antipatía, punto. Es obvio que no estamos bajo un racionalismo crítico. Simplemente es un desplante.
Y hay que entenderlo pronto porque esta decadencia del poder tiene riesgos, y no menores. Y también de esto nos habla Moisés Naím, la degradación del poder “erosiona la estabilidad”, “genera riesgos que merman el bienestar social y la calidad de vida a corto plazo”, así de contundente. “El poder ofrece una solución al problema del desorden, del caos”. “No es difícil que, debido a la degradación del poder, una sociedad entre en un prolongado período de parálisis y estancamiento durante el cual los problemas fundamentales no se afronten”. Hay que tener cuidado con lo que se desea, podría concluir Naím.