Para la derecha cristiana de Estados Unidos, los problemas del presidente Donald Trump son obra de una conspiración maléfica augurada por la Biblia y parte de un ataque demoníaco contra Estados Unidos, que podría desembocar en una segunda guerra civil si el mandatario es impugnado constitucionalmente.
Tal situación puede parecer un absurdo. Tanto como las prédicas de los extremistas islámicos y los anuncios apocalípticos del Estado Islámico. Pero tiene un impacto entre una parte de los estadounidenses que cree en la Biblia a pies juntillas, que su país es el último reducto para la cristiandad y el lugar donde se librará la batalla del Juicio Final.
Ese grupo es parte de la población que apoyó a Trump, en buena medida porque logró articular preocupaciones de grupos que ven al globalismo como predecesor de la llegada del Anticristo.
"Somos el mayor país cristiano que haya visto el mundo. Con todo lo malo, es lo mejor que hay (...) los globalistas nos odian porque para que el Anticristo llegue al poder Estados Unidos deben irse: la república constitucional la soberanía nacional, el poder militar y el otro económico debe irse para que los globalistas tomen el control", afirmó el escritor y predicador fundamentalista Carl Gallups, entrevistado por otro predicador, Jim Bakker, en su programa de televisión.
Fue el propio Bakker quien vaticinó una segunda guerra civil si el aparato político estadounidense llega a la impugnación del presidente Trump.
"Los cristianos saldremos finalmente de las sombras, porque vamos a ser callados permanentemente si no somos cuidadosos", dijo Bakker en su programa televisado de evangelización.
Bakker está lejos de los días en que era una de las principales figuras entre los predicadores evangelistas por televisión, pero aún representa las creencias de un grupo que si bien está disminuido en términos absolutos representa un bloque de millones de personas y votos.
Otros analistas, menos abiertamente religiosos como el nacionalista-populista Pat Buchanan, han hecho advertencias similares.
Y esa es una parte del problema para el Partido Republicano en particular y para Estados Unidos en general.
Por una parte, ese sector religioso fundamentalista forma parte importante de la coalición republicana. Es un voto seguro frente a las propuestas demócratas que fácilmente pueden ser demonizadas: aborto, inmigración, derechos de la mujer, multiculturalismo. Pero demandan también el apego a una economía y formas sociales ya rebasadas en Estados Unidos.
Por otra parte es un condicionante duro a nivel nacional. Los índices de aprobación de Trump están por debajo del 40 por ciento y tienden a bajar más, pero su núcleo de respaldo se endurece.
La idea de guerra civil puede parecer absurda, pero refleja la profunda división actual en Estado Unidos, donde las preocupaciones de una sociedad cambiante encuentran también el agregado del fanatismo religioso.
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