La ciudadanía está procesando su intención de voto para el 2018. Estamos a menos de un año para que se decida quiénes estarán en los Poderes Ejecutivo y Legislativo de la República, dos de los baluartes más importantes de la sociedad, a través de los que se determinan leyes y programas de gobierno, normas y sanciones, bienestar y desarrollo. Dos instancias que deben estar representadas con valores que garanticen el respeto a los límites que les imponen la ley y la ética.
Se dice que el verdadero problema del desarrollo de los pueblos es la falta de sólidos liderazgos, honestos, sensibles, eficientes, realistas y con una visión clara de hacia dónde quieren conducir a la sociedad. La brecha de desarrollo entre países radica en la calidad de sus liderazgos, sentido de equidad, solidaridad, apego a la legalidad y honestidad, pues representan un fuerte incentivo para bajos niveles de corrupción, distribución más equitativa del ingreso, justicia y legalidad, y de esto hay evidencias.
Nada qué ver con esos que temporalmente y en tono electoral, usan valores éticos como bandera, asumiéndose “más papistas que el papa”, aunque en los hechos y ante todos los ojos han mostrado poca ética y han apoyado a delincuentes para ocupar cargos de elección popular. Caso sonado es Andrés Manuel López Obrador.
Quien presume ser el único político honesto, mientras orquesta a través de terceros y parientes maniobras deshonestas para la gestión, obtención y operación de recursos. Sonadísimo el caso de uno de sus hijos con la Secretaría General de Morena y la comprobación del gasto de recursos de su partido. Otros, la diputada Eva Cadena recibiendo fajos de billetes en su nombre; su apoyo electoral al ex presidente municipal de Iguala, involucrado en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y al delegado de Tláhuac, a quien se vincula con la delincuencia organizada.
A él se le da bien eso de tener doble moral, de engañar a la sociedad. A él se le consiente haberse asumido desde siempre como el candidato inamovible y permanente de Morena, sin pasar por procedimientos democráticos o partidistas, y se le consiente usar recursos públicos del partido para proselitismo. Esto tiene nombre, y es una descarada trampa, ilegal y deshonesta.
Señalar a López Obrador como un peligro, no es un mensaje de guerra sucia, es una verdad fundada en hechos, y no puede ponerse en manos de una persona así, de doble cara, lenguaje y discurso, la Presidencia de la República. Quien cree merecer ser candidato por sus exclusivas virtudes sin someterse a procedimientos democráticos o de partido, que no respeta la ley electoral y está en campaña abierta con recursos públicos, que se relaciona con naturalidad con personas involucradas con la delincuencia organizada, no puede menos que llamarse Peligro. Y sí así se las gasta, ¿qué clase de Presidente sería?
Diacrítico: Peligro, tiene un pendiente el INE, impedir que personajes como este, y otros que tienen rasgos de su perfil, sigan usando recursos de los partidos para la promoción anticipada de aspirantes a la Presidencia.
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