Al madurar una democracia, debiera elevarse el nivel del debate político. Es una consecuencia del fortalecimiento de la ciudadanía y sus instituciones. Cuando una democracia está en búsqueda de su consolidación o se encuentra entrampada en contextos de desconfianza y suspicacia, más nos debiera preocupar elevar el nivel del debate. Sólo así se encontrarán soluciones a problemas reales, y la crítica se transformaría en semillero de alternativas para encontrar nuevos consensos.
Desde 1977, la democracia mexicana no ha dejado de buscar caminos nuevos para fortalecer sus instituciones electorales. Así, hoy contamos con candidatos independientes, paridad de género, un órgano electoral nacional y sistemas complejos de rendición de cuentas. Nada de esto parece ser suficiente ante la insatisfacción que muestran los ciudadanos sobre el alcance de nuestra democracia, los gobiernos que ha generado y la permanencia de problemas sociales añejos. La transformación que se requiere es profunda, de largo aliento y requiere de tolerancia y diálogo. Por eso, concentrar el debate en una institución como el INE o en quienes integran su órgano máximo de dirección, resulta superficial, por decir lo menos.
Lorenzo Córdova buscó que el INE no fuera parte del problema, sino parte de la solución a los retos que enfrenta el país. Después de apenas tres años, el INE logró participar en elecciones locales en todo el país y ofreció lo fundamental: organizar elecciones de calidad para que los mexicanos elijamos en paz a nuestros gobernantes. Resulta extremista que, ante procesos como Coahuila y el Estado de México, se busque la renuncia del Consejo General y se improvisen soluciones cuando estamos a 332 días de la jornada electoral. En lugar de elevar el debate, realizar una crítica responsable, construir alternativas y encontrar soluciones, se opta por el descrédito, el rompimiento y la polarización.
En un ambiente ríspido, de posicionamientos políticos, cuando los partidos reflexionan sobre sus candidaturas para el 2018, y los aspirantes independientes buscan el reconocimiento ciudadano, resulta estimulante el documento circulado por el Instituto de Estudios sobre la Transición Democrática. Destaco tres de los ocho puntos que contiene: (1) El reconocimiento al desempeño del IFE-INE en la transformación de México, a su institucionalidad y carácter plural de su composición; (2) La observación de que el acoso a la autoridad se ha vuelto parte de la estrategia de los actores políticos, y el juicio del árbitro depende de los resultados electorales; y (3) La bienvenida a la crítica que debe de ser “tan clara y fuerte como bien documentada”.
A 332 días de la elección, bien convendría abogar por construir elementos de confianza. Estamos a tiempo si hay voluntad entre las partes. Fortalecer las instituciones siempre beneficiará a la ciudadanía. El río revuelto sólo confunde.
Miércoles 11 de Diciembre de 2024