Muy poco duró la ofensiva belicista que el presidente del PAN, Ricardo Anaya, declaró al PRI-gobierno: Ni siquiera 48 horas.
El sábado, en Chihuahua, Anaya advirtió que ante el “actual gobierno priista federal estamos en un franco estado de guerra, con tres frentes”: Impedir que el priista Raúl Cervantes sea impuesto como el fiscal general, construir una alianza opositora con el PRD y combatir el uso de las instituciones para afectar al PAN.
Pero este lunes bajó notablemente el tono: Sustituyó el “franco estado de guerra” por una simple “batalla frontal contra el PRI” en los mismos tres aspectos.
No sólo eso: El taimado presidente del PAN acusó al “gobierno federal” de filtrar al diario El Universal el “cobarde ataque” que le atribuye el enriquecimiento de él y su familia política, como parte de una campaña en su contra por oponerse a que Cervantes sea el fiscal general por nueve años y “consumar este plan de impunidad transexenal”, pero exoneró de toda responsabilidad al presidente Enrique Peña Nieto... el jefe del gobierno federal.
--¿Da por hecho que el jefe del Estado, el jefe del gobierno, el presidente Peña Nieto es completamente ajeno a esta campaña, cuando lo que está de por medio es una prioridad fundamental para su gobierno? --le pregunté.
--Yo sólo doy por hecho lo que me consta –me respondió--. No doy por hecho, por lo tanto, cosas que no me constan.
--¿Por qué nunca menciona a Peña? –le insistí.
--¡No me consta! –cortó.
Siempre ha sido así: Desde que fue presidente interino del PAN, entre octubre de 2014 y enero de 2015, y sobre todo ahora como aspirante presidencial, Anaya nunca menciona el nombre y los apellidos de Peña en sus críticas, ni siquiera en asuntos que directamente lo involucran, como la Casa Blanca de Las Lomas o su relación consanguínea con Alfredo Del Mazo y el inaudito apoyo que recibió éste del gabinete en la elección del Estado de México.
Para Anaya, Peña simplemente no existe. Ni como jefe de Estado y de gobierno, según la Constitución y las leyes, ni como jefe real del PRI conforme al ritual priista.
La violencia, la inseguridad, la inflación, las malas obras, el espionaje, la violación de los derechos humanos, el asesinato de periodistas, lo que sea, siempre es responsabilidad del “gobierno federal”, como si el Poder Ejecutivo no se depositara, por disposición constitucional, en un solo individuo: Peña.
Más aún: Peña, en tanto Presidente de la República con todas las atribuciones que le otorga la Constitución, no podrá ser imputado por el Sistema Nacional Anticorrupción, porque Anaya no quiso.
Eso sí, el panista se reúne con él en Los Pinos, en secreto, para armar pactos, como el del viernes 20 de enero, sobre la elección del Estado de México. Quizá en esas charlas está la clave del apocamiento de Anaya ante Peña y la “guerrita” que muy pronto se desvaneció.
Apuntes: Lo que Anaya sí me garantizó es que la alianza con el PRD se materializará: “Sí va el frente: ¡El frente que va a salvar a México!”
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