La figura del vicepresidente es controvertida en América Latina y más allá del relevo presidencial, no queda claro su rol institucional. En México o Chile no existe y en Venezuela su nombramiento depende del Jefe de Estado, que lo cambia cuando quiere. Si se elije junto al Presidente su nombre suele ser negociado bien entre sectores del mismo partido, o bien, entre sectores de una coalición electoral como en el Brasil de Lula y Dilma Rousseff. También se ha visto en la historia regional a muchos vicepresidentes complotando para llegar al poder.
Hoy los vicepresidentes de Ecuador y Uruguay están en apuros, acusados de corrupción. Pese a ello, ni el ecuatoriano Jorge Glas ni el uruguayo Raúl Sendic quieren renunciar. Además, tampoco tienen buena sintonía con sus jefes. Mientras Glas, aliado al ex presidente Correa, está enfrentado a Lenín Moreno, la complicada relación de Sendic con Tabaré Vázquez no llega a esos extremos.
El Parlamento ecuatoriano autorizó al fiscal general a acusar a Glas por asociación ilícita. Éste, apartado por Moreno de sus funciones políticas, pretende mantenerse a ultranza en su cargo apoyando a Correa y la Revolución Ciudadana en una muestra más del conflicto abierto entre el actual presidente y el anterior. Desde Bélgica, Correa intenta seguir incidiendo en la política mientras vela por la ortodoxia revolucionaria, aunque el más dialogante Moreno rechaza sus métodos disruptivos.
Si Correa, que busca volver al poder, impuso la candidatura de Moreno y Glas, la de Vázquez y Sendic surgió de la elección interna del Frente Amplio en 2014 y de la disposición de Vázquez a admitir a un compañero de fórmula apoyado por el Movimiento de Participación Popular (MPP) del ex presidente Mujica y el Partido Comunista. La relación entre ambos comenzó a deteriorarse cuando se supo que Sendic utilizaba un título falso de licenciado. Pese a ello, Vázquez rechazó su dimisión.
Sendic está acusado de gastos improcedentes cuando era presidente de ANCAP, la empresa energética nacional. Si bien admite errores de gestión, rechaza cualquier sospecha de corrupción: “Hemos podido meter la pata, pero nunca la mano en la lata”. Ciertos cambios en la política interna y externa (como la defensa de Maduro por quienes apoyan a Sendic) modificaron el criterio de Vázquez sobre la renuncia. Pero el Frente Amplio debe pronunciarse antes que la justicia. Primero le toca al Tribunal de Conducta Política y el 9 de septiembre al plenario partidista, aunque Sendic ha sido rotundo al decir que no piensa dimitir.
No son estos los únicos casos de vicepresidentes o ex en apuros, especialmente aquellos más próximos al bolivarianismo. Mientras Amado Boudou, que gobernó con Cristina Fernández de Kirchner, espera ser juzgado por falsificación documental y corrupción, EU ha congelado los bienes del venezolano Tareck el Aissami, acusado de narcotráfico. La vicepresidencia es un cargo complicado y controvertido y también de un alto contenido simbólico pero, salvo excepciones, de escaso poder efectivo. Por eso, para resguardar su importancia, habría que preservar su rol y su valor institucional.
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