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El infantil arte de la creatividad

La creatividad no es algo que ocupe nuestras cabezas la mayor parte del tiempo; tiende a erosionarse conforme crecemos y adquirimos conocimientos

OPINIÓN

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Hace unos años en una de las fiestas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Juan Villoro contó que un día que estaba escribiendo en su casa, su hija, entonces una niña, se detuvo junto a él y le preguntó (cito de memoria): ¿Qué haces? –Trabajo. Villoro vio que la niña miraba la máquina con gran atención: observó la parte de atrás y después se desplazó para revisar las paredes laterales. ¿Qué buscas? –le preguntó–. –Quiero saber por dónde sale el dinero. No estoy seguro si Villoro ya había escrito La gota gorda, un hermoso libro que narra la historia de Max Maximus, el único gigante de un pueblo imaginario, y mini María, su hija (y todas las cosas fantásticas que él hacía para que ella fuera feliz), pero sería muy raro encontrar a un adulto mayor de 18 años que llegara a la misma idea de la niña sobre la procedencia del dinero que ganaba su papá escribiendo textos en una máquina. ¿A qué paso se desgasta nuestra creatividad? “La creatividad de los niños más pequeños parece superar la de los adultos más imaginativos”, escribieron recientemente Alison Alison Gopnik y Tom Griffiths, profesores de psicología en La Universidad de Berkeley, en este texto para The New York Times. La creatividad no es algo que ocupe nuestras cabezas la mayor parte del tiempo; contrario a lo que solemos pensar, tiende a erosionarse conforme crecemos y adquirimos conocimientos, y ese bagaje acumulado va construyendo una forma de pensamiento que nos lleva a concluir que el dinero llega a una casa por conducto de un sistema económico y no como una niña que supuso que si su papá trabajaba en una máquina, en alguna parte de la máquina debía estar la misteriosa rendija del dinero. ¿Por qué nuestra creatividad tiende a declinar con los años? Gopnik y Griffiths plantean que la imaginación se desgasta con el conocimiento, porque conocemos más, lo que casi siempre es una ventaja, pero “podría llevarnos a ignorar evidencia que puede contradecir lo que nosotros ya estamos pensando”. Conforme envejecemos tendemos entonces a creer en lo que creemos y nos oponemos a verlo de otra manera. En términos relativos la explicación podría vincularse a una tensión entre dos tipos de pensamiento: lo que los científicos de la computación llaman exploración y explotación. Cuando nos enfrentamos a un nuevo problema los adultos explotamos el conocimiento acumulado del mundo y trataremos de encontrar una muy buena solución que se parecerá a las soluciones que ya hemos aplicado antes. Intentar algo nuevo podría llevarnos a una idea inusual, a una solución menos obvia: una nueva pieza de aprendizaje. Pero también podría sugerir que perdemos el tiempo considerando posibilidades extravagantes que nunca prosperan, algo que tanto los niños de nivel preescolar como los adolescentes suelen hacer. Después de todo, volver a ser niño, aunque solo sea de vez en cuando, es todo un arte. Columna anterior: Eclipsados