Según Alberto Brandolini, la energía necesaria para refutar las tonterías (bullshit) es de un orden de magnitud mayor que para producirlas. Este postulado se conoce como la asimetría de las tonterías (bullshit asymmetry).
Por bullshit se refiere, puntualmente, al conjunto de falsedades que se propagan con excelsa velocidad en el mundo contemporáneo, y que desinforman y mienten sobre cuestiones como la inconveniencia de un déficit comercial, los riesgos de vacunarse, o, en el extremo, la existencia de armas de destrucción masiva en manos del régimen de Saddam Hussein.
Si bien Trump es el principal exponente contemporáneo de estas tonterías, no es ni el primero ni el único en hacer uso político de ellas. En efecto, es mucho más fácil que se propaguen estupideces sin sustento, a que se propaguen las verdades que las refutan. Y esto es grave, particularmente con la tecnología actual, y ante la crisis por que atraviesan las instituciones democráticas.
No solamente es cierto que las redes sociales hacen que esas tonterías viajen con gran rapidez y con una gran amplitud. Peor aún, la tecnología ahora permite generar, cada vez con mayor calidad, versiones falsificadas de cosas como discursos de líderes, imágenes de hechos falsos, y toda una serie de instrumentos de engaño. El cambio tecnológico hace posible el crecimiento exponencial de las tonterías. Y los riesgos no son menores.
Desde el ámbito de salud pública, al de protección civil, seguridad nacional, entre otros, el reto es mayúsculo. Ello impone, a todos, una responsabilidad adicional en la defensa de la verdad. Hoy en día, la tarea científica, la tarea informativa, la tarea de un ciudadano que pretende seguir viviendo en democracia y ejercer sus derechos y responsabilidades, es precisamente defender la verdad ante el embate de las tonterías. Al menos debiéramos ser capaces, todos, de reconocer cuando un argumento no tiene sustento en los hechos.
Me preocupan especialmente las tonterías proferidas por los poderosos. Es mucho más peligroso que el Presidente de los Estados Unidos salga al balcón de la Casa Blanca a ver el eclipse a simple vista, o que recomiende a una familia que no vacune a sus hijos (esta frontera no la ha cruzado Mr. Trump), a que lo recomiende un líder de un grupo social marginal. Pero en voz de los poderosos suele estar la tontería cardinal y sin duda la más riesgosa: que solamente el poderoso puede resolver los problemas.
Esta mentira trae consigo la solución implícita de la centralización del poder, de acotar el debate, de no perder tiempo con la indecisión y la democracia. Es la tontería cúspide, porque nos niega acceso a la deliberación y el disenso. Obstaculiza la defensa de nuestros derechos, la rendición de cuentas de quien decide, y la capacidad para limitar el abuso.
Ante el crecimiento exponencial de las tonterías, del bullshit, nuestra tarea es atajarlas con la mayor firmeza, particularmente las tonterías que vienen desde el poder y de quienes aspiran a detentarlo. Tenemos que ser capaces de decir, en todos los medios y foros: “eso no es verdad, eso no tiene sustento”. Es demasiado lo que está en juego.
*Alejandro Poiré es Decano del Tec de Monterrey @csocialestec @alejandropoire
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