Dicen que en una sobremesa nunca debes hablar de religión y política por ser temas tan polarizadores. A estos dos, yo le agrego Game of Thrones, la serie que ha desatado el mayor fanatismo en años provocando tremendos debates, mesas de discusión, foros, teorías sobre el pasado, presente y futuro de los personajes, de los libros y del mismo seriado.
En las profundidades de la red cibernética se pueden encontrar cualquier cantidad de artículos, reseñas, memes y publicaciones en redes sociales con análisis detallados de lo que sucede en cada capítulo, los debates que ha provocado la inverosimilitud de esta temporada, específicamente el último episodio y las licencias que se dan los creadores de la serie de HBO para, además de no seguir la historia original de George R.R. Martin desde hace tiempo, pasarse la continuidad, geografía, y las líneas de tiempo, por el arco del triunfo. Hay tanto que platicar y discutir sobre GOT, que nunca acabaríamos.
Hoy quiero compartirles mi experiencia al encontrarme con esta serie, lo cual sucedió hace un mes. Sí, hace un mes, no me juzguen. Y es que precisamente era tal la presión frenética de la sociedad por treparme al fenómeno del que todos hablaban, que en serio me sentía como una outsider por no encajar en las pláticas entre mis amigos y colegas que me malmiraban extrañados de que yo, una atascada profesional de las series, no había visto GOT. No sabría explicar por qué no me había dado curiosidad verla. Quizá sabía que era demasiado el camino que tendría que recorrer y me daba pereza empezar o tal vez estaba en un momento de mi vida en el que me sentía más atraída por mis zombies de TWD, los dramas de Shondaland y los seriados que Netflix saca como pan caliente. No sé. El chiste es que decidí que en un mes vería las 6 temporadas para ponerme al corriente y ver como una persona "normal" la séptima temporada que comenzó el pasado 17 de julio, y fue toda una experiencia.
Conforme avanzaba en la historia, vivía aterrada de ser "spoilereada" al abrir cualquier sitio de internet (cosa en la que HBO y los hackers colaboraron mucho). Pero por fin logré ponerme al día y sentirme parte de la sociedad. Y es que eso es lo que me ha provocado GOT, un sentido de pertenencia y de participación de un fenómeno global de la cultura pop. Vivía en la oscuridad tanto tiempo y sin razón, ni motivo. Nunca imaginé el impacto que tendría sobre mi. Llegué muy tarde, lo sé, pero hoy estoy trepada en ese tren con un sentimiento agridulce ante la llegada del último episodio de esta temporada, con esa emoción que pocos productos televisivos me provocan, esperar a que llegue un día de la semana y hora específicos para sentarme frente al televisor y disfrutar al mismo tiempo que el resto del mundo algo que, sobre todo en las emisiones recientes ha rebasado mi capacidad de asombro. Eso para mi es invaluable.
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