En enero de 1995, Bill Clinton en su discurso ante el Congreso sobre el estado de la Unión estableció que el rescate financiero de México era un asunto de seguridad nacional para proteger la economía y los empleos de los estadounidenses. Los congresistas se negaron a apoyar a México y Clinton decidió reunir a su gabinete de seguridad nacional y emitió una orden ejecutiva para ayudar directamente a nuestro país. Así fue como México pudo recibir de manera diferida 40 mil millones de dólares para salir de la crisis financiera de 1994.
En 1995, a solo un año de que había entrado en vigor el TLCAN, el presidente de Estados Unidos sabía lo crítico que era apoyar a México, su congreso no lo respaldó pero al final tuvo razón. Con el TLCAN los tres países atamos nuestros destinos, estabilidad y prosperidad futura. Estoy seguro que Clinton tomó una de sus decisiones más riesgosas al inicio de su administración gracias a que México había tomado la elección estratégica de liberalizar su economía. Le prestaba a un socio confiable.
22 años después las posiciones cambiaron en Washington. Trump amenazó de nuevo con salirse del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. Por otro lado, oímos voces de congresistas, empresarios y gobiernos estatales que defienden los beneficios de este acuerdo y saben que sería catastrófico para sus economías locales la salida del mismo. Los papeles se invirtieron paradójicamente.
El presidente Trump tiene el poder de anunciar la salida de Estados Unidos de este acuerdo. Es una facultad del Ejecutivo de ese país. No necesita el aval del Congreso para ello. Sin embargo, sí necesita a sus legisladores para aprobar lo renegociado con las otras dos naciones.
Estados Unidos es la principal potencia global del comercio de mercancías, y México a su vez es su tercer socio más grande después de China y Canadá. El comercio total anual equivale aproximadamente a 600 mil millones de dólares.
La renegociación del TLCAN no es solo un tema de tecnócratas. Es un asunto de seguridad nacional porque una mala negociación puede contaminar otros temas de la relación bilateral como la cooperación en materia de seguridad fronteriza, defensa, asuntos culturales, inversiones, atracción de inversiones y turismo, entre otros.
Los tres países y el inquilino de la Casa Blanca deben saber que el futuro del subcontinente norteamericano está comprometido en este momento. Ojalá el TLCAN fortalezca la competitividad frente a China y Asia. De lo contrario, México dejará de ser atractivo para otros países que quieran aprovechar su multiplataforma comercial de acceso al mercado de EUA.
Una mala renegociación genera factores de riesgo en el corto y mediano plazo que pueden incidir de manera negativa en el desarrollo y prosperidad futura del país.
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