Nuevos entornos ante la violencia

Las niñas y niños mesoamericanos y de otras regiones del mundo requieren de manera urgente de un ambiente de paz y de convivencia pacífica. Es la única manera en que se puede evitar el traspaso generacional de patrones de violencia que se pueden enmendar. Pero muchas de esas vidas se pierden a pesar de los logros en materia de reconciliación política durante tres décadas. La mayor preocupación está en los datos que surgen del Triángulo Norte, conformado por El Salvador, Honduras y Guatemala. La gravedad se confirmó en las reflexiones del panel que se organizó en Panamá en torno al Día Mundial de la Asistencia Humanitaria del 19 de agosto, que encabezó el Stephen O´Brien, secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y coordinador de Ayuda de Emergencias para las Naciones Unidas. Continúan los desplazamientos forzados y la acción de organizaciones delincuenciales que provocaron cerca de 16 mil homicidios en 2016. Menores de 29 años directamente son afectados por la violencia y la falta de entornos socioeconómicos seguros para crecer y desarrollarse. Lo que nadie imaginó es que esa misma semana dos estudiantes costarricenses fueran alcanzadas por otros ataques que afectaron a ciudadanos de más de 24 países en Cataluña, España, en los que a la fecha se ha reportado la pérdida de vida de 15 civiles y más de 120 personas heridas, que demostró nuevamente que la violencia por intolerancia no tiene frontera, en una ciudad reconocida por su compromiso con la paz y la diversidad cultural. Ahora, dos niños, uno catalán y el otro australiano – británico, recuerdan los riesgos que pasan los menores en situación de vulnerabilidad ante la intolerancia, desplazamiento y migración no deseada, independientemente de donde se encuentren y por cuál causa, como ocurre con los niños en América Latina que están en regiones en conflicto. Cuando la comunidad internacional realizaba un llamado para el cese de los ataques contra los trabajadores humanitarios que dedican gran parte de su labor a los niños y niñas en situación de riesgo y amenaza, nos enteramos de que, por el atentado en Cataluña, fue muerto un cooperante internacional que había realizado parte de su labor solidaria en Haití. Junto con los atentados en Finlandia, África y Medio Oriente, en ese mismo periodo, o como antes en otras poblaciones europeas, la comunidad internacional se ha tenido que confrontar que la población civil no debe ser un objetivo militar, y que la vida de los trabajadores humanitarios tiene que ser protegida en cualquier circunstancia, como se insistió en los llamados del Día Mundial a favor de la Acción Humanitaria. La reacción de los pueblos afectados que han tenido que responder de manera inmediata ante las crisis de estos días ha sido ejemplar. A la altura ha estado la reacción de quienes han sido afectados y han mostrado su solidaridad con las víctimas. Ello invita a considerar la necesidad de profundizar la conciencia y compromisos interregionales en aras de la protección de las vidas en riesgo, especialmente de los menores no acompañados, independientemente de la región o país de que se trate.   Columna anterior: Los días de agosto