Por: Ricardo Pascoe Pierce
La elección del 2018 contará con la presencia de muchos candidatos independientes y ciudadanos en la Ciudad de México. Los partidos políticos han sido necesarios para la vida política de la nación, pero su ciclo de credibilidad se agota y la búsqueda social de alternativas ha comenzado. La ciudadanía ha reiteradamente demostrado en encuestas que no cree en los partidos, ni en sus líderes ni en su honestidad.
Emilio Lozoya Austin es simplemente el más reciente, por no el último, de una larga fila de políticos corruptos que han llenado la vida nacional, y que provienen de las filas del PRI, PAN, Morena y PRD como los más significativos casos que han llenado la cartelera nacional de escándalos que resulta interminable por la impunidad que los cobija.
En la última elección para diputados constituyentes, los ciudadanos dieron dos muestras de hartazgo. Por un lado, la gran mayoría no salieron a votar, como una protesta por lo que consideraban que era un gasto inútil e irresponsable: la Constitución de la Ciudad de México. Sólo votó el 29% de los posibles votantes, y el 71% prefirió resguardarse en su casa. Por otro lado, de los ciudadanos que sí salieron a votar, un número significativo decidió hacerlo por candidatos independientes. Así, al término del cómputo, mientras el primer lugar correspondió a Morena, y muy cerca el PRD, en tercer lugar quedó el PAN y en empate técnico, los independientes.
En quinto lugar ¡los votos nulos!, en sexto lugar el PRI, y así, hasta el último partido. PAN e independientes quedaron empatados en el 3er lugar de votos en la ciudad de México, entre quienes optaron por salir a votar.
En la Ciudad de México existe una masa social crítica dispuesta a votar por candidaturas independientes y ciudadanas. Es una masa de ciudadanos que se sienten enajenados de los intereses cupulares y particulares de los partidos políticos y, por tanto, no se sienten representados por esos partidos. Sin embargo sienten que, para retener sus prerrogativas en los diversos programas asistenciales que ofrecen los gobiernos capitalinos (central y alcaldías), deben votar por uno u otro de los partidos gobernantes, ya sea Morena, PRD, PAN o PRI. Pero eso es otra cosa. Eso es el corporativismo que persiste como cultura política de dominio en la Ciudad de México que el PRI, progenitor de esa forma de manipulación popular, trasladó gustosamente a Morena, PRD y PAN.
Una encuesta reciente colocó a una posible candidatura independiente a la jefatura de Gobierno en segundo lugar, aún sin nombre. Es posible que algunas de esas respuestas correspondieran a personas que habrían dicho “por ningún partido”. Pero el hecho permanece que existe esa masa crítica social en todas las capas de la sociedad capitalina que busca otra forma de gobierno, otra relación con la autoridad, otra manera de influenciar las decisiones y el rumbo que toma su ciudad.
El reto para las candidaturas independientes y ciudadanas es ofrecer una visión realista, posible y alcanzable hacia el futuro, especialmente sobre tres temas: corrupción, desarrollo urbano y seguridad.
En materia de corrupción, la ventaja de gobernantes independientes es que no son parte de la espesa capa de complicidad e impunidad que impide perseguir y castigar a los corruptos. El caso de Lozoya Austin se ha convertido rápidamente en un caso emblemático de impunidad desde todas las esferas del poder. Los partidos políticos, sin excepción, son cómplices en la defensa de sus líderes corruptos. El caso de Tláhuac, en la Ciudad de México, dibuja con claridad el compromiso de Morena con el crimen organizado, como ejemplo reciente. ¿Y la impunidad? Que Sheinbaum sea la candidata de Morena a jefe de Gobierno de la ciudad para proteger al jefe delegacional. Los candidatos independientes no estamos atados a esos compromisos, complicidades, impunidades.
Sobre el desarrollo urbano, todos los partidos arrastran grandes compromisos con los desarrolladores, con lo muestran sus candidatos. Morena y PRD tienen la mayor cantidad de candidatos de empresas que no cumplen con la ley, pero PRI y PAN no quedan muy lejos. Es decir, la complicidad es el sello distintivo del modelo de desarrollo urbano. Los candidatos independientes no pueden tener esos compromisos para poder gobernar imponiendo la ley y el orden urbano, con sustentabilidad y en consulta ciudadana.
En materia de seguridad, es exactamente el mismo problema. Los partidos han demostrado tener lazos comunicantes con el crimen organizado, lo cual impide un combate efectivo a la inseguridad ciudadana. Otra vez el caso de Tláhuac, para entender que, por ejemplo, Morena, que es un partido con registro reciente, sin embargo gobierna con todas las prácticas y compromisos de un partido viejo. Es necesario que los gobernantes de la ciudad no tengan ni esas prácticas ni esos compromisos. Solamente las candidaturas independientes pueden ordenar y llevar a cabo un combate efectivo al crimen organizado en la Ciudad de México.
La solución es obvia. Para poder gobernar resolviendo los grandes problemas de la ciudad, éste debe hacerse sin los compromisos históricos que tienen todos los partidos políticos. Hoy por hoy, solamente las candidaturas independientes y ciudadanas pueden ofrecer esa limpieza necesaria para permitirle a la ciudad progresar. Cualquier otra cosa será estancamiento en más de lo mismo.