Según funcionarios rusos y americanos, la relación entre Estados Unidos y Rusia está en su peor momento desde el fin de la Guerra Fría. Esto significa que la humanidad está, otra vez, encarando una amenaza existencial. En más de una docena de ocasiones desde la Segunda Guerra Mundial, la otrora URSS y EU cometieron errores que casi acaban con la raza humana. Hoy, las tensiones nos regresan a una situación en la que el margen se reduce dramáticamente, y volvemos a estar todos en tela de juicio.
Es una situación extraña por varias razones. Primero, el dictador ruso, Vladimir Putin, fue un factor determinante en las elecciones de Estados Unidos. Sin embargo, la ineptitud generalizada de la nueva administración, inmersa en un caos contínuo, sin rumbo, y sujetos a los vaivenes del humor de su Tlatoani, no le ha podido brindar la certidumbre que anhelaba Putin. Peor, el Congreso acaba de limitar el campo de acción del Ejecutivo respecto de los castigos económicos impuestos a Rusia. En un contexto de total incertidumbre, el ambiente se ha tensado mucho, empezando por la expulsión de 755 diplomáticos americanos (lo que dejaría 455 americanos en la embajada en Moscú, el mismo número de funcionarios rusos en Washington).
Segundo, porque Rusia es relativamente insignificante, económicamente hablando. De hecho, su PIB es más o menos del tamaño de México, equivalente a 7% del PIB de Estados Unidos. Tiene 144 millones de habitantes, contra 127 millones de México y más de 320 millones de EU. Desde esa perspectiva, es una potencia media en vías de desarrollo, no una superpotencia. Lo que tiene es un complejo histórico, y un armamento nuclear, correspondientes a la superpotencia que fue la Unión Soviética.
Rusia es el país geográficamente más grande del mundo, pero sólo una pequeña parte de Rusia está dentro de lo que se considera “Europa”. La mayor parte está vacía, y en Asia.
Sin embargo, desde siempre Moscú ha tenido ínfulas de grandeza europea. De hecho, a esta capital se le llamaba la “Tercera Roma” (después de Roma y Constantinopla/Estambul). La palabra “zar” (los reyes de Rusia hasta 1917) proviene de “César”. Para dos de sus emperadores, Pedro El Grande (siglo XVII) y Catalina La Grande (siglo XVIII), la civilización occidental, y no la euroasiática, era el modelo a seguir. Crearon ciudades para rivalizar a París (San Petersburgo) y hasta se adoptó el francés, y no el ruso, como el idioma de la nobleza.
En el siglo XX, las teorías de Marx, que fueron escritas en Londres para implementarse en la industrializada Alemania, fueron probadas en una Rusia prácticamente feudal. Sin embargo, aunado a su victoria en la Segunda Guerra Mundial, la propuesta totalitaria del comunismo le dio una proyección que nunca debió tener. Putin es el heredero de todo ese ego nacionalista resentido por las humillaciones percibidas por parte de sus “rivales”.
Uno de los más grandes errores geopolíticos de nuestros tiempos fue no invitar a Rusia a formar parte de la Unión Europea y de la OTAN cuando ésta era una nación amiga en los años 90. Ese error es el que estamos pagando, al tener un estratega acomplejado ruso creando un caos antisistémico en lugares tan inesperados como Washington DC.
Por Agustín Barrios Gómez