La Cuarta Revolución dejó de ser un concepto novedoso para convertirse en una constante en la mayoría de los foros internacionales, donde también se habla de los cambios “disruptivos” que son capaces de generar las nuevas tecnologías.
No es ocasional escuchar a expertos hablar sobre las maravillas que darán a la humanidad disciplinas como la robótica, la biotecnología, la Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas (IoT) y otros tantos conceptos, que insisto, comienzan a ser familiares.
Tampoco es fortuito que surjan pronósticos que anticipan cómo en el año 2020, el IoT generará un valor agregado de 1.9 billones de dólares y será un mercado que registrará ventas anuales superiores a 9 billones de dólares.
Otras estimaciones señalan que en cuatro años el tráfico mundial de IP se triplicará para alcanzar una tasa de ejecución anual de 3.3 zettabytes, donde cada uno, es algo así como almacenar tan- tas canciones que tomaría alrededor de 2 mil millones de años escucharlas.
México apenas en 2012 emprendió una “Reforma Educativa” para enderezar una realidad que en cinco años ha dado muestras de avances pírricos.
El promedio de lectura en el país sigue siendo marginal en el comparativo internacional con sólo 3.8 libros al año; más de 20 por ciento de los jóvenes no estudia ni trabaja; menos del 20 por ciento de la población total del país tiene estudios de educación superior, y sólo cuatro de cada mil alumnos de nivel básico tiene excelencia en matemáticas y lectura.
Este resumen estadístico nos enfrenta a un futuro catastrófico si se considera que en 2030 desaparecerán 2 mil millones de los trabajos actuales convencionales a nivel mundial, los cuales serán sustituidos por empleos basados en habilidades STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés).
En la adopción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación se registran algunos avances; sin embargo, cuando se pone la lupa saltan elementos de preocupación, pues más del 40 por ciento de la población no usa internet, un fenómeno con marcado énfasis en las zonas rurales.
Entre los usuarios de servicios de telecomunicaciones y audiencias de radio y televisión, el interés por contenidos de escaso valor educativo es la constante; , México es el tercer país con el mayor consumo de videos en YouTube a nivel mundial, comportamiento impulsado por usuarios de entre 18 y 34 años de edad.
Frente a esta fotografía del México actual es pertinente cuestionarse si vale la pena seguir hablando sólo de los “ erros” de las telecomunicaciones que permitirán dotar al país de mayor conectividad cuando además de eso, lo que se requiere es personas con las habilidades para ser parte activa de la Cuarta Revolución.
Es claro que el desarrollo de un país no es cuestión de fe sino de acciones, ¿las estamos tomando?